Reflexiones sobre el periodismo de análisis de datos en el contexto de la pandemia por COVID-19

Si algo bueno ha dejado la Covid-19 para el periodismo es que demostró, contundentemente, que el análisis de datos nunca ha sido una moda sino una necesidad medular del ejercicio periodístico del siglo XXI, de esta era data-céntrica, de la cuarta revolución en la que vivimos.

Pocas veces como hoy hemos asistido a un debate tan amplio sobre la pertinencia de los datos abiertos, oportunos, desagregados, accesibles y claros en sus alcances y limitaciones metodológicas.

Pocas veces en la historia del periodismo, el protagonismo de la noticia se había centrado tanto en los datos y en la relevancia de comprenderlos, saberlos manejar y analizar para aportar insumos a una audiencia que exige del Estado – y del propio ejercicio periodístico- más transparencia y datos confiables.

La pandemia, entonces, ha validado también por qué, desde hace una década, un buen grupo de periodistas y docentes en distintas partes del mundo insistíamos tanto en que los colegas desarrollaran el músculo intelectual para analizar datos y contextualizarlos adecuadamente.

Cuando digo contextualizar los datos adecuadamente, me refiero no solo a la práctica vital de reportear y auscultar cómo ellos impactan la vida de las personas. También aludo a encuadrar estos datos bajo las pautas de métodos estadísticos y de la Ciencia de los Datos.

Métodos útiles no solo para presentar análisis descriptivos del fenómeno sino también para buscar patrones, correlacionar adecuadamente distintas variables, plantear, examinar modelos y potenciales escenarios que nos guíen a tomar mejores decisiones sobre cómo enfrentar el problema y valorar su evolución en el tiempo, su impacto en la gente. Lo anterior también de cara a monitorear y evaluar las decisiones públicas tomadas para enfrentar la pandemia.


¿Buenos ejemplos que dan sentido a los datos disponibles dentro de su contexto? La publicación de The Washington Post titulada: ¿Por qué brotes como el del coronavirus crecen exponencialmente y cómo ‘aplanar la curva’?, de marzo de 2020. En esa pieza el Washington Post nos explicó con una simulación matemática muy inteligente los efectos que el distanciamiento social tiene en la propagación del virus.

Creo que con la Covid-19 el periodismo de datos tiene la oportunidad de consolidarse. Eso sí, ciertamente, se irá afianzando en aquellos casos donde los periodistas lo han hecho, lo hacen bien.  Es decir, bajo aquellas condiciones en las que los reporteros se han preparado y capacitado para obtener las habilidades -intelectuales y técnicas- para extraer de una base de datos información y conocimiento que trasciendan la elemental aritmética de las sumas y las restas.

La contingencia ha evidenciado también que los periodistas, ineludiblemente, debemos invertir en capacitación para hacer, responsablemente, este ejercicio del análisis de datos.

Y, ojalá, ese deseo de aprender nos enrumbe a ámbitos fuera de la zona de comodidad del periodismo, de las hojas de cálculo, de programar cálculos básicos en R y Python. Cosas que están bien -por ahora- pero en algún punto cercano del futuro dejarán de ser un “factor wow” para ser una obligación en la formación profesional de un periodista. Un elemento tan esencial como hoy lo es saber redactar una nota con respeto a las normas de la gramática y la ortografía.

Ojalá, desde ahora, accionemos e incluyamos en el currículo mental conocimientos de Cálculo y el Álgebra Lineal, la Estadística y el Aprendizaje Automático, por ejemplo.

Comprender los conceptos matemáticos fundamentales de esas materias nos permitirá abstraer mejor el universo de los datos y saberlos inspeccionar con menos pasión y más ciencia.

Encarar los datos con menos pasión y más ciencia conlleva asimilar que los datos son – a menudo- una producción humana y por tanto sujeta a sesgos, a errores, perpetuar injusticias y desigualdad cuando se analizan a conveniencia o bajo el manto de la ignorancia. “La fe ciega en los datos” de la que habla la matemática Cathy O’Neil debe siempre encender nuestras alarmas.

No hay modelos matemáticos perfectos, pero alguno sirve, suele decirme una amiga. Y hay que procurar que el que funcione sea el diseñado con balance ético y sopesando las potenciales consecuencias en una determinada población.

Por ese motivo, los periodistas debemos prepararnos cada vez mejor para entender de datos y algoritmos, cuestionar con argumentos las decisiones que una empresa o un grupo de personas dentro del Estado toma para crear un modelo que podría definir el éxito o la derrota de otros seres humanos en la sociedad.

Así como en la actual pandemia hemos ido aprendiendo a convivir con el virus microscópico del SARS-CoV-2, los periodistas debemos habituarnos a utilizar -con criterio- las herramientas que la tecnología nos provee para traducir los datos en noticias más útiles y precisas.

En ese sentido, considero que noticiosamente, en este punto de la pandemia, ya debería de estar superado el uso de los datos como un simple recuento de casos acumulados de Covid-19 y de fallecidos.

Saber cómo hacer un mapa, un gráfico o abrir una hoja de cálculo no convierte automáticamente a un periodista en analista de datos, como tampoco en científico de datos a quien sepa utilizar Python o R.

Para que haya un verdadero periodismo de este tipo es medular el componente del análisis. Analizar lleva implícito el proceso de comprender el marco de referencia de esos datos, estructurarlos, limpiarlos y explorarlos bajo técnicas que deben contrastarse y validarse para convertirse en conclusiones con valor periodístico, de interés público.

Insisto: Los datos carecen de cualquier sentido si se presentan en bruto, sin ser analizados y si se aíslan de su contexto.

¿Un proyecto loable hecho en Costa Rica? La publicación de Radio Interferencia que analizó los conglomerados o clústeres para comprender cómo se propagó la pandemia en el país. Resalto también cómo Hulda Miranda y Rigoberto Carvajal relacionaron los hallazgos con información que, en su momento, dio el Ministerio de Salud, pero nos generó más dudas que certezas.

En síntesis, ejercer el periodismo basado en análisis de datos en la coyuntura actual implica entender y saber comunicar que ningún dato nace por generación espontánea. Los datos y cualquier tendencia que muestran no se explican solas.

Las tendencias o patrones están relacionadas a fenómenos y situaciones puntuales que pueden incidir en ellos. Entre ellos, los modelos matemáticos que se usen para explicarlos y validar cierto tipo de decisiones o bien, los métodos de medición -que como en la Covid-19- pueden incidir en el volumen de casos confirmados o descartados.

En esa tesitura, es deber del periodista investigar las circunstancias que influyen en el comportamiento de los datos que analiza. De lo contrario, corre el riesgo de presentar información inútil, una colección de números en mapas, tablas o gráficos que -con el paso de los días- dejará de tener sentido y de despertar interés en el usuario. Algo que, en las circunstancias presentes, puede conducir a consecuencias contraproducentes.

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