En el distrito financiero de Wallstreet, en la calle 55 Broadway de Nueva York, está la redacción de ProPublica, un medio de comunicación enteramente digital, fundado en octubre de 2007 y comprometido con el periodismo de investigación de interés público. Su enfoque le ha valido ya dos premios Pulitzer, precisamente por evidenciar a banqueros que durante la crisis financiera en Estados Unidos se enriquecieron a expensas de sus clientes y aveces hasta de sus propias empresas (2011). Un reconocimiento más ya había sido otorgado en 2010 a un reportaje que reconstruyó las decisiones mortales tomadas por varios médicos que atendían a pacientes terminales en el Hospital Memorial de Nueva Orleans, días después de ocurrido el huracán Katrina.
Esa última investigación apareció en el portal de ProPublica, pero también en el New York Times, como parte de una alianza estratégica que permite a ProPublica ampliar su visibilidad y el impacto de sus proyectos dentro y fuera de la Unión Americana. Consolidar esos acuerdos editoriales es parte del trabajo que realiza Nicole Collins, directora de Comunicaciones de ProPublica, con quien conversé a mediados de octubre de 2013 en su oficina ubicadas en el piso 23 del edificio One Exchange Plaza.
El lema de ProPublica es Periodismo de Interés Público, ¿cómo lo definen ustedes y cómo lo ponen en práctica con sus historias?
«En el sentido más general se trata de periodismo que ayuda a las personas a conocer la realidad de las situaciones que las afectan. Nos dedicamos a excavar en fuentes diversas y encontrar historias que ayuden a la gente a mejorar su vida. Aveces es difícil hacerlo, aveces es caro. Nos enfocamos en el tipo de periodismo que, según nuestros fundadores, ha comenzado a escasear: el periodismo de investigación».
Hay muchos temas que podríamos considerar de interés público, pero ¿cuáles son los que Propublica tiene en la mira para poner el dedo en la llaga y crear impacto?
«Es interesante que relacione interés público con impacto porque eso es lo que en Propublica queremos lograr con nuestras historias. Tenemos siempre presentes las preocupaciones o situaciones que afectan a las personas promedio. Por ejemplo, el reportaje sobre Tylenol y la advertencia de que si tomas mucho acetaminofén puedes morir. Sé que ha habido críticas al respecto porque eso puede ser muy obvio, pero hay muchas personas que no saben cuánto es mucho y el papel que en ese particular debe tener la compañía farmacéutica. Pero para nosotros hacer este trabajo, que puede ayudar a la gente a educarse sobre algo que es tan común, es invaluable».
¿Cómo manejan ustedes los temas que son de interés público, pero que saltan de un momento a otro. Por ejemplo, la crisis por la aprobación del presupuesto federal en Estados Unidos (octubre de 2013)
«Nosotros no estamos en las noticias de última hora. Lo que hacemos es profundizar para encontrar enfoques distintos sobre
la noticia. No hacemos lo que los otros hacen. No seguiimos a la multitud, porque esa es una gran multitud. Nosotros queremos diferenciarnos. Lo nuestro es hacer un artículo distinto al de New York Times o al del Washington Post. Por ejemplo, el año pasado con el huracán Sandy, nuestro reporte no fue sobre cantidad de muertos o actualización de la situación, sino más bien respondió a las preguntas: ¿por qué los mapas de desastres no están actualizados?, ¿por qué el Gobierno permite que se construya en ciertas zonas?
Una de las particularidades de Propublica es el seguimiento que dan a sus historias más significativas. Por ejemplo, la serie sobre Wall Street: la máquina del dinero empezó en 2010 y hasta la fecha han sido publicados unos 50 artículos adicionales, ¿por qué es importante para ustedes mantener vivas esas investigaciones?
«Ciertamente, hay un gran impacto en esas historias. Cuando Propublica fue fundada esa era la gran historia y obviamente el tema ha tenido repercusiones hasta nuestros días. Todavía hay personas lidiando con el pago de sus hipotecas y también persiste el tema de las regulaciones. En temas como ese hay mucha competencia porque ahora hay más gente mirando hacia Wall Street y lo que hacen. Por eso, para nosotros es muy bueno tener a un excelente equipo cubriendo esa fuente desde otras perspectivas.
¿Cómo definen ustedes la prioridad de publicación de sus reportajes. ¿Cómo deciden si una historia es para desarrollar en el corto, mediano o largo plazo?
«Tenemos 23 reporteros, todos con buenas ideas para investigar. Ponemos la mira en tener, constantemente, una mezcla de buenas historias, pero al mismo tiempo cuando tenemos algo que es importante y se puede hacer ya pues, ¡vamos a hacerlo! Eso sí, no se trata de que miremos en el calendario y digamos: esta persona no ha hecho mucho en nueve meses, necesitamos que publique algo ya. No, no se trata de eso porque lo que buscamos es calidad, el mejor trabajo siempre».
«Sin embargo, por ejemplo, la historia del incremento de hospitales en manos de la iglesia católica en Washington se hizo en un mes. La idea con esa historia era mostrar otro lado de la realidad y evidenciar una conexión que, a lo mejor, la gente no había visto y cómo esta afectaría la atención médica de grupos como los homosexuales, o la decisión de eutanasia de un paciente (leyes aprobadas en Washington)».
«Aquí, constantemente, los editores están en reuniones con los equipos para conocer en qué trabajan, cómo va el avance de sus proyectos, qué necesidades tienen, plazos, etc. Pero Propublica no es un diario que tiene que correr con la presión de publicar todos los días».
«Actualmente publicamos más de lo que solíamos. Ahora, nuestro calendario está organizado para que cada día publiquemos al menos una historia nueva. Tenemos una lista maestra de contenidos donde tratamos de balancear los plazos. Parte del trabajo de los editores es decir cuándo algo de esa agenda estará listo para ser publicado y definir qué puede o no ser prioritario».
Esta redacción tiene un balance interesante entre periodistas veteranos, con una gran trayectoria y experiencia, pero también con gente joven con habilidades periodísticas, digitales, de desarrollo de software, etc. ¿Por qué es relevante para ustedes tener esa mezcla de personal y cómo se complementa?
«Creo que la visión de los fundadores ha sido encontrar a la mejor gente, independientemente de si ha acumulado 20 o más años de experiencia en la industria. Lo importante es que la persona sea buena en lo que hace. También es importante que los jóvenes que ingresan compartan con nosotros los altos valores periodísticos que tiene la organización».
«Esto demuestra cuánto ha cambiado el periodismo. Cuando yo empecé a trabajar en el New York Times fui una de las más jóvenes en ser contratada. Mucha gente decía: “pero eres tan joven”. Hoy en día casi nadie dice eso. Las redacciones ahora se fijan en las habilidades de las personas. Si la meta es producir los mejores productos qué importa quién eres o la edad que tienes».
¿Cómo está organizada la sala de redacción?
En la redacción típica se trabaja en secciones. Lo cual todavía es importante, pero aquí los reporteros tienen fuentes a las que les llevan el pulso y en las que están especializados. Cada editor tiene un portafolio de periodistas que atender y darles coaching. Hay seis editores. La parte de fotografía y video está tercerizada.
Ustedes discuten (reporteros, editores, desarrolladores) cómo las historias que están investigando pueden generarles un retorno de inversión y no hablo solo en términos económico, sino de engagement de audiencias?
Absolutamente sí. Analizamos los objetivos, a dónde queremos llegar en términos de alcance de lectores, qué sentido tienen las aplicaciones. Es importante hacerlo porque cualquier punto de vista es bienvenido en el proceso.
Usted es la encargada de colocar las grandes historias de ProPublica en medios aliados como el New York Times, Los Ángeles Times, BuzzFeed, entre otros. ¿Por qué son importantes estos acuerdos editoriales para un medio enteramente digital?
«Para las grandes historias nuestros editores buscan aliados para publicar. Queremos más impacto. Hay sin duda impacto orgánico a través de Facebook y Twitter si usted publica sus historias solo online, pero también queremos trascender y por eso buscamos aliados en otros medios de comunicación. Los beneficios no son económicos en el sentido directo, es visibilidad lo que conseguimos. El NYT se imprime y por medio de ellos podemos llegar a personas que de otra forma no alcanzaríamos. También es una forma de atraer donadores o publicidad.
Los beneficios no son tangibles, pero podemos rastrear las menciones en prensa, en línea, en la televisión o la radio relacionadas con nuestro trabajo y determinar su valor. Eso nos da credibilidad y la oportunidad de que la gente nos conozca».
Esta es una redacción sin fines de lucro, financiada por donaciones, principalmente por la Fundación Sandler. ¿Estan buscando un modelo de negocio para depender menos de eso y ser sostenibles en el futuro?
«La principal preocupación es que uno no debe depender demasiado de una sola fuente. Lo que estamos tratando es que la Fundación Sandler cada vez más nos dé menos dinero del que necesitamos para seguir adelante. Realmente queremos ser sostenibles por nosotros mismos. Los donadores son más que quienes se publicitan. Sí, ellos son el 10% de nuestros ingresos. Los motiva la forma en que nuestras historias se conectan con sus vidas. Cómo afectan a sus parientes».
¿Cómo se promocionan ustedes ante el público para intentar conseguir más donadores?
«Lo que le digo a mis amigos es: Nosotros hacemos historias que importan porque realmente son importantes. El hecho de que seamos una organización sin ánimo de lucro significa que necesitamos a nuestros lectores y tenemos que involucrarlos en lo que hacemos. Creo que es un buen balance, realmente hace que la publicación sea responsable para la gente a la que servimos».