Un análisis de datos, elaborado por La Data Cuenta, con casos de femicidios entre 2016 y 2022, lo evidencia. Al menos en una cuarta parte de los 90 femicidios de mujeres madres ocurridos en Costa Rica en esos años, la víctima había sido embarazada en la adolescencia.
Cada año, decenas de niños, niñas, adolescentes y personas adultas experimentan el incesante dolor del femicidio de su madre. Ellos y ellas son las víctimas adyacentes -sociales y emocionales- de la violencia de género más cruel y extrema que existe: la de arrancar la vida a una mujer por un deseo de control y poder sobre ella. Son los sobrevivientes de esta tragedia. La mayoría -7 de cada 10- son menores de edad.
Luz Raquel Padilla Gutiérrez, la madre-activista por los derechos de personas con discapacidad que fue quemada viva en Jalisco tras meses de amenazas. El gobernador Enrique Alfaro salió del sopor para reconocer una “descomposición social que ha cruzado cualquier límite”.
Durante el año 2020 en Guatemala se registraron 151 casos de femicidio, entre ellos el de Pamela Molina Barrios, una joven llena de ilusiones y proyectos que ahora es parte de una de las estadísticas más inquietantes del Ministerio Público -MP-. A un año de su femicidio, narramos la historia de Pamela y los momentos de incertidumbre y angustia de su madre, para dejar registro en la memoria colectiva que las vidas de las mujeres importan y para exigir a las autoridades medidas y acciones inmediatas desde el momento en que se reporta la desaparición de mujeres.
El machismo y la misoginia le arrebataron la vida a, al menos, 13 mujeres en Costa Rica en 2021. Ellas fueron las víctimas de los femicidios que, hasta diciembre pasado, pudo confirmar la Subcomisión Interinstitucional de Prevención del Femicidio. La cifra total de femicidios en Costa Rica es de 398 desde 2007, fecha desde la que rige la Ley de Penalización de la Violencia Contra las Mujeres.
En este artículo cuento mi propia experiencia de amor y odio con la matemática y cómo esa fobia, que desarrollé en la adolescencia, me hizo renunciar a una carrera de ingeniería para dedicarme al periodismo y la comunicación. Afortunadamente, en la universidad, la Estadística me devolvió la pasión por los números y desde hace más de una década mezclo el periodismo con el análisis de datos. Ayudando a otros periodistas, también, a vencer el miedo a trabajar con hojas de cálculo.
