Cada año, decenas de niños, niñas, adolescentes y personas adultas experimentan el incesante dolor del femicidio de su madre. Ellos y ellas son las víctimas adyacentes -sociales y emocionales- de la violencia de género más cruel y extrema que existe: la de arrancar la vida a una mujer por un deseo de control y poder sobre ella. Son los sobrevivientes de esta tragedia. La mayoría -7 de cada 10- son menores de edad.
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