La política, como el ajedrez, es un juego estratégico donde cada movimiento tiene un propósito y cada sacrificio se calcula con precisión. Pero en este tablero, las piezas no son de madera: son de carne y hueso. Personas que se enfrentan con ferocidad para defender a sus líderes, hasta caer en el absurdo, mientras estos —los reyes y reinas del tablero— permanecen intocables.
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