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Mujeres eco-líderes

Impulsoras de la conservación en un clima cambiante

Mujeres lideran la adaptación climática de sus comunidades en el occidente de Guatemala

Reportaje y fotos: Lucy Calderón Pineda

Edición, análisis y diseño de datos: HasselFallas

Publicado: 12 de febrero de 2024

En el país centroamericano, un grupo de mujeres de los departamentos de San Marcos, Quetzaltenango y Totonicapán trabaja incansablemente en la conservación ambiental para encarar el desafío de un clima en transformación. Estas mujeres protegen la biodiversidad mediante la reforestación, la práctica de sistemas agroforestales (SAF), la producción sostenible de café y miel y salvaguardando las nacientes de agua en los bosques.

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La misión de conservar el bosque

En las laderas de las montañas volcánicas del occidente de Guatemala, Miriam Rebeca Pérez Vicente, de 51 años, comenta la alegría que le produce trabajar en su parcela, ubicada en la finca La Fe, en el municipio La Reforma del departamento de San Marcos. Esta viuda, madre y lideresa comunitaria, dedica su vida a la siembra de café, frutas y a la producción de miel de abejas en medio de un bosque que se reforesta anualmente.

Junto con los habitantes de La Fe, ella está empeñada en conservar el bosque no solo porque los cafetos requieren sombra, sino también porque sus árboles ayudan a mitigar el creciente calor en San Marcos. Además, contribuyen a reducir el impacto de las inundaciones que, desde hace unos años, se presentan con lluvias torrenciales en periodos de tiempo cada vez más cortos.

Al igual que otras cinco mujeres del occidente del país, Miriam encabeza la lucha por adaptarse a un desafío creciente: un clima en transformación que las afecta en todo, desde la forma en que cultivan hasta cómo obtienen agua, leña y otros recursos para proveer a sus familias. Las variaciones climáticas les han impuesto tareas adicionales a la pesada carga del trabajo no remunerado que ya soportaban. En Guatemala, las mujeres -principalmente las indígenas- dedican más de seis horas diarias a labores sin paga, mientras los hombres destinan menos de tres.

A pesar de todos los obstáculos que enfrentan, este grupo de lideresas está alzando la voz para mejorar su calidad de vida, la de sus familias y comunidades. Lo logran aprovechando oportunidades de capacitación e iniciativas público – privadas para diversificar sus cultivos, afianzar su seguridad alimentaria, recuperar áreas degradadas por los vaivenes del clima, proteger el agua y conservar especies nativas en sus territorios. Este reportaje narra sus historias.

Bajo el intenso sol de la bocacosta, La Data Cuenta inició su recorrido en los departamentos de San Marcos y Quetzaltenango, para luego ascender hacia los climas templados del altiplano en Totonicapán. En estos tres departamentos se llevan a cabo los proyectos Conservación y Restauración de los Paisajes Forestales y Agroforestales y Agua+, del Programa Justicia Climática y Resiliencia, coordinados por la organización CARE Guatemala. Estos programas benefician directamente a más de 7.000 mujeres en la zona occidental de la república.

Miriam quema olotes (mazorcas de maíz desgranado) para generar el humo que usará en su apiario. Antes de abrir las cajas donde están las colmenas,  esparce el humo del olote, que sirve para tranquilizar a las abejas. Uno de los panales obtenidos en el apiario que será procesado para extraer miel para la comunidad. Fotos: Lucy Calderón Pineda y Cliver Marroquín

La dulzura de La Fe

En la comunidad de La Fe, en el municipio de La Reforma, San Marcos, la vida transcurre con una dulzura peculiar, nutrida por el empeño y la esperanza de sus habitantes. Hace veinte años, Miriam Rebeca Pérez Vicente y otras 180 personas, originarias de diferentes departamentos del país, se asentaron en este lugar, echando raíces tras adquirir conjuntamente la finca mediante el Fondo de Tierras, una entidad estatal descentralizada de Guatemala. 

Una vez dueños, se dedicaron a cultivar sus parcelas para saldar los 7,5 millones de quetzales que les costó la propiedad (aproximadamente US$1 millón). “Ya la pagamos”, declara Miriam con una sonrisa que refleja más que una simple victoria financiera; es el triunfo de una comunidad unida.

Desde un inicio, Miriam jugó un papel crucial en el bienestar socioambiental de La Fe. Como presidenta del Consejo Comunitario de Desarrollo Urbano y Rural (COCODE) promovió proyectos de reforestación y conservación del bosque, esenciales para la sombra de los cultivos de café, pero también para aminorar el impacto del calor en aumento y las lluvias, que últimamente se han vuelto más intensas y erráticas en San Marcos.

“Aquí, cada vez que se corta un árbol se siembra otro”, advierte Miriam a quien su afán de cuidar el medioambiente la llevó a incursionar en otro proyecto comunal: un apiario.

“Yo miraba que por el pueblo pasaban unos técnicos con unos sombreros raros y unos ahumadores. Me dio tanta curiosidad que empecé a preguntarles sobre el cuidado de las abejas. En 2022, CARE Guatemala nos capacitó a las 24 personas que reuní. De ellas quedamos trece, cinco mujeres y ocho hombres. La organización nos donó 25 cajas de abejas y el equipo, así empezamos”, cuenta la lideresa. 

Las abejas desempeñan un papel fundamental en la preservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático por medio de su función de polinizadoras. Un factor también determinante en la agricultura. Cliver Emilio Marroquín cuenta que, en particular, los cultivos de macadamia de un vecino de La Fe se han visto muy beneficiados. Gracias a la presencia activa de las abejas, las plantaciones pueden tener cosechas más abundantes y de mayor calidad, con nueces más grandes y de mejor sabor. 

A mis abejas les hablo con amor. Nunca imaginé que aprendería a cuidarlas y cosechar miel. Me encanta esta tarea. Cuidar de los árboles frutales y maderables -que estaban desapareciendo por la tala para leña- así como de mis abejas, me da felicidad. Además de que obtenemos sombra de los árboles, cera y miel de las abejas para fortalecer nuestras defensas, su venta nos provee de ingresos extra

Miriam Rebeca Pérez Vicente

Lideresa campesina de San Marcos

La miel de La Fe es única, proveniente del néctar de las flores de café, árboles de hule, palo blanco, y otras especies autóctonas. Hasta la fecha, los pobladores han realizado dos cosechas, vendiéndolas a una cooperativa de otra zona del país y distribuyendo las ganancias entre los apicultores, un apoyo vital para quienes no cuentan con ingresos fijos.

Leticia muestra orgullosa los granos de café que cultiva en su parcela en Santa Anita, Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango. Allí, las mujeres aprovechan los espacios públicos para hacer valer su liderazgo por medio de murales como el que se muestra en la foto. La localidad de Santa Anita fue fundada hace dos décadas y media por excombatientes del conflicto armado en Guatemala. Fotos: Lucy Calderón Pineda 

Respeto y amor por la naturaleza

Luego de la visita a La Fe y haber saboreado “al pie del panal”, la sabrosa miel que producen en su apiario, este medio viajó 36,6 kilómetros hacia Colomba Costa Cuca, en el departamento de Quetzaltenango.

En el corazón de este municipio se halla la vibrante comunidad de Santa Anita, fundada 26 años atrás por 35 excombatientes del conflicto armado en el país (1960-1996). El Gobierno les concedió estas tierras, que actualmente acogen a 75 familias, incluida la de Leticia Roblero Fernández, una mujer de 41 años, casada y madre de tres hijas adolescentes.

Leticia encarna el liderazgo femenino en Santa Anita, impulsando tanto el desarrollo comunitario como la conservación ambiental. Como presidenta del COCODE, ha sido fuente de inspiración y promovido medidas proactivas para salvaguardar «el pulmón de Santa Anita», un bosque que el pueblo considera vital no solo para su bienestar sino para el equilibrio climático de Guatemala.

La protección de este bosque se ha vuelto esencial debido a las recientes variaciones del clima. En los últimos años, la comunidad ha experimentado menos días de lluvia, pero con precipitaciones más intensas. Esto ha creado un ambiente más seco y caluroso, afectando negativamente el rendimiento de la producción de café, aspecto que, sumado a los precios bajos que pagan por él, ha disminuido los ingresos de la comunidad por la venta del grano.

Ante tal vicisitud, Leticia no se quedó de brazos cruzados. Con el apoyo de la organización CARE Guatemala promovió que, además de café y platanares, los agricultores de Santa Anita diversifiquen la siembra en sus parcelas con árboles de cacao, limón, naranja y macadamia. Esta última plantación dará fruto en cinco años.   

A este modelo de siembra mixta en el mismo terreno de cultivo se le conoce como Sistemas  Agroforestales (SAF). Su valor radica en que permite a las comunidades cubrir su autoconsumo y producir para vender. Asimismo, es vital para recuperar terrenos degradados y conservar especies nativas, afirma el ingeniero forestal Deyvid Velásquez, de CARE Guatemala, quien está a cargo de los proyectos en Quetzaltenango, San Marcos y Totonicapán. Velásquez aclara que estas iniciativas son en consenso con los COCODES y con el respaldo del alcalde municipal, con quien las instituciones no gubernamentales (ONGs) involucradas firman convenios de cooperación. 

A las convocatorias de participación siempre acuden, primordialmente, las mujeres. Así lo demuestra otro proyecto que en Santa Anita promueve el uso de estufas ahorradoras de leña, una iniciativa que reduce la deforestación porque si antes se requería de una tarea de leña mensual para cocinar, ahora se necesitan tres cuartas partes de ella. Cada tarea de leña mide cerca de 1,24 metros cúbicos y su peso oscila entre 35 y 40 kilogramos. 

Estos proyectos encabezados por mujeres no solo benefician el medioambiente, sino que también fortalecen el tejido social y económico de Santa Anita, demostrando cómo la sostenibilidad ambiental y el desarrollo pueden ir de la mano.

El camino no ha sido fácil. Hacer valer el liderazgo de una mujer en medio del machismo es difícil. Ha costado erradicar la idea de que solo los hombres tienen la razón. Ha sido difícil que las mujeres se expresen, pero el trabajo que hacemos por la comunidad ayuda a cambiar esas costumbres

Leticia Roblero Fernández

Lideresa en Santa Anita, Quetzaltenango

Reforestar riberas de ríos para tener agua

En la misma ruta de empoderamiento femenino y sostenibilidad que caracteriza a La Fe y Santa Anita, otro grupo de mujeres – esta vez en el altiplano guatemalteco, a 2.100 metros sobre el nivel del mar – está aprendiendo a adaptarse a los cambiantes patrones del clima en el municipio de Santa María Chiquimula, Totonicapán. 

En esta región se encuentra la aldea maya K’iche’ de Xecachelaj 2, cuyo acceso por caminos de terracería requiere de un viaje, desde la cabecera municipal, de aproximadamente hora y media en automóvil, siempre y cuando no llueva. Desde esta comunidad, tres jóvenes mujeres, madres y amas de casa impulsan el liderazgo femenino y quieren establecer sus propios proyectos.

Carmen Mercedes Yax Lacán, Ana Berta León Chacaj y Rosalina Nicolás Puc están 100% comprometidas con las tareas que conlleva el Comité de Mujeres que conformaron para crear bienestar a la comunidad de la mano con la protección medioambiental. 

Nos dimos cuenta de que las mujeres no eran tomadas en cuenta aquí. Nos animamos a participar porque es tiempo de cambio. Queremos igualdad, queremos ser alcaldesas, realizar trabajo comunitario

Carmen Mercedes Yax Lacán

Lideresa comunitaria de Totonicapán

Rosalinda la respalda: “Los hombres saben la necesidad de las mujeres, pero su pensamiento es diferente. El comité que integramos es para mejorar la aldea, tratamos de convencer a otras mujeres para que se unan y nos apoyen”. A esta afirmación, Ana Berta añade que su objetivo es ver prosperar a todas las familias del lugar. 

Estas mujeres están empeñadas en que el progreso que llegue a Xecachelaj 2 sea sustentable con la reforestación, la salud de sus familias y la seguridad alimentaria. Por ejemplo, gracias a la capacitación recibida de CARE Guatemala  están diversificando los cultivos en sus parcelas. Ahora, además de maíz, siembran árboles frutales y verduras. Esta iniciativa les permite obtener alimentos para su autoconsumo, una solución práctica dado que los días de mercado, fuera de la aldea, son solo los jueves y domingos y para llegar a ellos deben realizar un viaje de 45 minutos en camiones o pick-ups, que no es posible para todos sus habitantes.

Sin embargo, su gran sueño va más allá: construir un vivero administrado por las mujeres de la aldea. Este proyecto no solo es una iniciativa de conservación ambiental, sino también una estrategia para generar ingresos económicos. Con el vivero, buscan crear una fuente de recursos sostenible que les permita atender sus necesidades financieras y contribuir al bienestar económico de sus familias. Hace dos años, dieron los primeros pasos hacia este objetivo, pero las semillas que plantaron no prosperaron debido a las «heladas» o atípicas bajas temperaturas que afectaron la localidad.
En la actualidad y gracias a las herramientas de trabajo que CARE les proporcionó, construyeron un macrotúnel y llenaron con tierra transportada desde el bosque, las bolsas en las que deben sembrar las semillas de árboles nativos que posteriormente plantarán a lo largo de las riberas de los ríos que hay en su zona. 

Mientras buscan fondos para retomar el proyecto del vivero, Carmen, Ana Berta y Rosalinda continúan sembrando semillas de cambio hacia un futuro verde y equitativo en Xecachelaj 2. Su esfuerzo es reconocido por sus vecinos y autoridades locales: “Ellas son un ejemplo. Cuando las mujeres están organizadas y participan en capacitaciones que fortalecen su liderazgo, hacen la diferencia en sus comunidades”, comenta Víctor Manuel Capú, técnico forestal de la Municipalidad de Santa María Chiquimula.

En el altiplano guatemalteco a 2.100 metros sobre el nivel del mar, un grupo de mujeres del municipio de Santa María Chiquimula, Totonicapán,  promueve el liderazgo femenino en el Comité de Mujeres. Ellas procuran el bienestar en su comunidad, mientras luchan por la protección del medioambiente Fotos: Lucy Calderón Pineda 

Las ninfas del agua en Totonicapán

Después de explorar Xecachelaj 2, el viaje en busca de mujeres que lideran la adaptación climática de sus comunidades concluye en el municipio de Totonicapán, del departamento que lleva el mismo nombre. 

La reunión fue cerca de un punto de ingreso al bosque comunal de la localidad, a donde llegaron jóvenes de la aldea Choamazán.  Entre bromas y risas, cinco mujeres jóvenes maya K’iche’, dos de ellas madres, demuestran una destreza envidiable al cruzar ríos y moverse por las veredas del bosque húmedo, siempre con sus pequeños hijos cargados en la espalda, bien abrigados contra el frío.

En una gélida tarde de diciembre, las risas de estas mujeres resuenan entre los árboles mientras participan activamente en el cuidado de las fuentes de agua del bosque comunal del departamento. Lidia Micaela Tohom Par, de 23 años, presidenta del Comité de Agua de Chuamanzana, guía a sus amigas en esta tarea esencial. 

Juntas, tres veces al año, se encargan del mantenimiento de cuatro tanques de agua, garantizando que el líquido vital llegue limpio y constante a cada hogar desde las nacientes del bosque. Con alegría, acuden a su “kaxqol”, término en idioma K’iche’ para el servicio comunitario ad honorem que realizan. Para ellas, es más que una obligación: es un acto de amor hacia su aldea.

Este es el segundo año de Lidia en el servicio, primero como secretaria y ahora como presidenta. Sin embargo, independientemente del cargo, todas se apoyan mutuamente, unidas en su misión. La solidaridad es clave: cuando los hombres no pueden participar en la limpieza de los tanques por sus trabajos en el campo, sus esposas asumen la responsabilidad.

El rol de estas mujeres va más allá del trabajo físico. Ellas protegen un conocimiento ancestral que entiende la vida como un equilibrio ambiental, promoviendo la reforestación y la protección de las fuentes de agua para enfrentar los retos del clima cambiante. “En todo amanecer, todos necesitamos del agua”, reflexiona Lidia.

Su impacto trasciende las fronteras de Chuamanzana. Su historia es un eco de la necesidad de involucrar a las mujeres y pueblos indígenas en la planificación y desarrollo de políticas relacionadas con el cambio climático y la reducción del riesgo de desastres.

En Chuamanzana, Lidia y sus amigas no solo cuidan del agua; cultivan esperanza, fortalecen la comunidad y preservan su cultura. Son las guardianas del agua, heroínas silenciosas cuyo legado fluye como un río impetuoso, nutriendo la tierra y el alma de su gente.

Cinco jóvenes mujeres pertenecientes a la comunidad maya K’iche’ en la aldea Chuamanzana de Totonicapán se encargan de preservar las fuentes de agua en el bosque comunal de su departamento. En tres ocasiones a lo largo del año, asumen la responsabilidad de mantener en buen estado cuatro reservorios de agua, asegurando así un suministro limpio y constante de este recurso esencial para todos los hogares. Este trabajo las lleva a adentrarse en la densa vegetación y a recorrer largos senderos para llegar hasta los lugares donde brota el agua Fotos: Lucy Calderón Pineda 

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