Las mujeres, especialmente las rurales, indígenas y campesinas, son las principales responsables de la alimentación familiar, así como de recolectar recursos básicos para la subsistencia de los hogares, como son el agua y la leña.
“Estas responsabilidades, asignadas culturalmente, corresponden al trabajo no remunerado realizado por niñas y mujeres y la escasez de estos recursos esenciales -a causa del cambio climático- pueden aumentar el tiempo que deben dedicarse a ello, resultando en la profundización de los nudos estructurales de la desigualdad”, indica un informe de la Cepal.
En consecuencia, eventos como sequías, que dañan cultivos y estropean cosechas, ponen en riesgo la alimentación de las mujeres y sus familias. Lo mismo sucede con las inundaciones y huracanes, que arrasan con los alimentos y contaminan el agua. Ante esas consecuencias, las mujeres llevan la peor parte porque, son quienes en su mayoría, deben encontrar la forma de llevar alimentos y agua a sus hogares.
A esto se le suma también, la exposición a altas temperaturas que implica la búsqueda de recursos como agua, lo cual hace que las mujeres sean propensas a golpes de calor u otras enfermedades.
En ese sentido, un estudio sobre pobreza de tiempo y agua en 25 países del África subsahariana evidenció que, en 2011, las mujeres invirtieron 16 millones de horas diarias para la recolección de agua potable, mientras los hombres solo 6 millones.