El nopal milpaaltense, el sustento de la economía local
“Es muy complicado producir de esta forma” pues algunas personas “no notan la diferencia de un producto contaminado de uno que no”, detalla Anastasia tras unos días de largas jornadas en espacios de venta que le han implicado desplazarse hacia el centro de la ciudad. Desde hace 14 años, ella mantiene sus cultivos libres de químicos; sin embargo, la sobreproducción y el abaratamiento del nopal le han encaminado a mantenerse en constante búsqueda y construcción de alternativas.
Los nopales representan el 50% de los productos agrícolas sembrados en la Ciudad de México, donde se concentra el 24% de la producción de todo el país. 10 mil productores en Milpa Alta lo hacen posible, pues contribuyen con el 90% del total que se cosecha en la metrópolis, de acuerdo a cifras del gobierno mexicano.
A pesar de estas estadísticas, el beneficio económico no resulta equiparable. “El nopal es muy barato la mayor parte del año. En el mercado lo que se busca es producto barato y no se valora el esfuerzo que se le agrega al cultivo”, explica Anastasia reflexionando sobre lo que implica la producción con un enfoque agroecológico, sin embargo, destaca que “transformado, se puede guardar y almacenar por más tiempo”.
Anastasia es una mujer adulta mayor, pero goza de buena salud. Son las arrugas en sus manos las que reflejan las horas dedicadas a sus más de 8 mil metros de cultivos de esta cactácea. En sus días, o madrugadas, Anastasia diversifica sus actividades, pues bien puede cortar las pencas, quitar las espinas de los nopales, atender capacitaciones e incursionar en la transformación de sus nopalitos en productos como tortillas, tiras deshidratadas, además de galletas y empanadas.
En esta alquimia con su tiempo, Anastasia también acude a vender los nopales al Mercado de Acopio, un tianguis local que prioriza la venta del nopal verdura cuya arquitectura podría retratarse con cierta nostalgia en tonos blanco y negro que van turnándose coloridos mientras los diablitos -carritos que se usan para trasladar la mercancía- y las camionetas formadas para abastecerse, van direccionando la dinámica del lugar.
Entre las dos de la mañana y las cuatro de la tarde, productoras y productores acuden a comercializar sus insumos de forma rústica. A excepción de un par de puestos de comida, no hay puestos fijos; en su lugar hay plásticos tendidos en el piso; al fondo, los cultivos de temporada reposan sobre mesas llenas de coloridas hortalizas, frutas y hierbas aromáticas. Pero lo que más abunda son las cajas y cubetas con medidas de hasta 200 nopales, cuya venta diaria asciende a las 150 toneladas.
“El mercado de nopal funciona como la bolsa de valores, el precio fluctúa todo el tiempo”, explica una de las vendedoras en el Mercado de Acopio, quien prefirió reservar su nombre por cuestiones culturales. Ella afirma que, ahora que la producción va a la baja y el precio se incrementa, puede hablarse de un precio justo. Y es que, dependiendo del tamaño, los costos van desde los 9 hasta 15 dólares por cien nopales.
Pero en época de alta producción, la demanda disminuye y “ni siquiera regalados se quieren llevar los nopales. A veces se desperdicia mucho”, apunta la mujer que echa una mirada a los biodigestores que se encuentran a un costado del mercado, pero que llevan tiempo sin funcionar y, de volver a hacerlo, podrían marcar la pauta para realizar prácticas de soberanía energética desde este establecimiento que marca el pulso de las relaciones productivas y comerciales en este territorio.
En México, el nopal destaca como símbolo biocultural importante. De las 220 especies que se conocen, entre 60 y 90 crecen en suelo nacional. De sus pencas crecen tunas y xoconostles, frutos de temporada que han acompañado la historia de la nación, pues si bien están representados en códices prehispánicos también se encuentran al centro de la bandera nacional. Además de que no pueden faltar en la mesa para acompañar una comida o complementar un taco.