Periodismo sin miedo a las matemáticas, ¿cómo vencí la fobia?

Periodismo sin miedo a las matemáticas, ¿cómo vencí la fobia?

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Por: Hassel Fallas

Periodista y analista de datos

Publicado el 14 de julio de 2022

Este artículo se basa en la ponencia hecha para Women in Data Science, Costa Rica, 2021. WiDS CR es parte de una iniciativa global sin fines de lucro que busca inspirar, educar y apoyar a las mujeres en el campo de la ciencia de datos

Mi relación con las matemáticas y el periodismo empezó en una pared. Yo tenía cinco años, y con la ayuda de uno de esos lápices rojos y gruesos que usan los carpinteros, intentaba garabatear unos números en una pared de mi casa. El dueño del lápiz era mi papá y yo me había habituado a verlo anotar números -medidas para sus trabajos de carpintería- en una libreta pequeña que siempre llevaba con él. Ese día yo quise imitarlo. 

Mientras yo garabateaba números sobre la pared, con toda la fuerza que la mina del lápiz me permitía, mi papá entró a la habitación.  Recuerdo que, lejos de regañarme, me preguntó: ¿qué está haciendo? Yo volteé a verlo con unos ojos exorbitantes y entre el susto y la vergüenza, le dije: «Escribiendo los números…»

Entonces mi papá se sentó a mi lado y tomando el lápiz, empezó a dibujar los números del 1 al 9 en la pared. También me dijo que había un número mágico más: el cero y que con él podía contar hasta el infinito, repitiendo secuencias con todos los otros 9 números.

Así aprendí a contar y a contar todo lo que se ponía en mi camino. Gracias a esa primera lección de matemática, en la primaria, aprendí muy rápido a sumar, restar, dividir y multiplicar. Todo el mérito práctico de ese aprendizaje lo sintetizaba cuando iba a la pulpería -así le decimos en Costa Rica a las tiendas de abarrotes- y, antes de que don Beto, el dueño del negocio, me diera la cuenta, yo ya sabía incluso cuál era el vuelto exacto que debía regresarme.

Así empezó mi amor por los números hasta que, en la adolescencia, una vez más, una pared se atravesó en mi camino. Esta vez la pared se convirtió en un obstáculo gigante que, literalmente, me aterrorizó durante toda la secundaria.

Del amor a la pesadilla

La historia de cómo mi amor de niña por los números se transformó en una pesadilla, empezó cuando yo iniciaba la secundaria en un colegio público en San José. Era un día de marzo, en la clase de matemática el profesor realizaba una operación combinada en la pizarra. Recuerdo que, al final del proceso, yo no obtuve el mismo resultado que él. Quizás me había equivocado al hacer primero las sumas y no las multiplicaciones. Entonces, levanté la mano y con toda la sinceridad y vergüenza que cabía en mi cara roja de tomate le dije: «Profesor, no entiendo…» 

El maestro se acercó a mi pupitre y sosteniendo una regla transparente entre su mano derecha, me dijo: «¡Cómo no va a entender, si está facilísimo! «

Después de ese momento de bochorno, furia y vergüenza, yo renuncié a dos cosas:

  • A sentarme en la primera fila de cualquier clase
  • Y a hacer cualquier pregunta. Fue mi forma de evitar ser la burla de mis compañeros de clase

A partir de esa experiencia, también odié los números con todas mis fuerzas. Los odiaba tanto que antes de cualquier examen de matemática me tomaba un té de tilo para calmar mis nervios. De muy poco me servía porque siempre me sudaban las manos y nunca me alcanzaban las tres horas que, por lo general, nos daban para resolver la prueba de final del trimestre. 

¿Cómo sobreviví a las matemáticas en la secundaria?  Gracias a mi prima -una brillante ingeniera en sistemas- quien con paciencia franciscana dedicaba las mañanas de los sábados a explicarme las fórmulas notables, los binomios, los trinomios, el álgebra, la trigonometría, los logaritmos y cuanta cosa fuese necesaria para que yo aprobara -aunque fuera con la nota mínima- mis cursos de matemática.

Si alguna vez, de niña, había soñado con ser astronauta o ingeniera, ese sueño quedó sepultado en las páginas del libro Álgebra de Baldor. Mi terror por las matemáticas hizo que, muy pronto, yo me inclinara por las letras y la comunicación”

“Si alguna vez, de niña, había soñado con ser astronauta o ingeniera, ese sueño quedó sepultado en las páginas del libro Álgebra de Baldor. Mi terror por las matemáticas hizo que, muy pronto, yo me inclinara por las letras y la comunicación”

Entré a la carrera de Periodismo, justamente, para no tener nada que ver con números y datos.  Pero las vueltas de la vida me llevarían de regreso al amor por los números que de niña me inculcó mi papá. ¿Cómo ocurrió?

El problema no era mío

En 2006, una grieta se abrió en la pared del miedo a la matemática durante un curso de Estadística que, obligatoriamente, debía tomar en la Licenciatura en Comunicación y Periodismo. No crean que entré muy contenta a ese curso, pero conforme fueron avanzando mis clases de Estadística tuve una epifanía que escuché más o menos así: “Ey, mirá, ¡qué raro! Entiendo perfecto las medianas, las modas, las regresiones, los planos cartesianos, la probabilidad. ¡Qué raro! Pero me gusta”. Mi profesor, además de divertido, se esforzaba en explicarnos las aplicaciones prácticas que la Estadística tiene en situaciones cotidianas del periodismo. Eso marcó una gran diferencia en mi experiencia de aprendizaje. 

 En aquel momento entendí que yo no era incapaz para las ciencias exactas, como tantas veces me reproché. Comprendí que el problema nunca fue mío, sino de algunos de mis profesores en la secundaria, quienes fueron realmente malos para enseñarme y para darle a las matemáticas el sentido práctico y fundamental que tienen en la vida.

A partir de ese momento, la pared del pánico a la matemática comenzó a desmoronarse. La Estadística me gustó tanto que en 2013 me especialicé en ella, en el Tecnológico de Costa Rica. Yo era la única periodista entre estudiantes que trabajaban en el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en bancos privados y en instituciones del Estado.

La experiencia me gustó tanto que, en 2015, regresé al TEC. Esta vez a especializarme en business intelligence y minería de datos. Para ese entonces, yo ya dirigía la Unidad de Inteligencia de Datos del diario La Nación. En esa Unidad lideré a un equipo multidisciplinario de profesionales apasionados. Con bases de datos públicas construimos proyectos de investigación mezclando métodos de minería de datos, machine learning y estadística con desarrollo web, diseño gráfico, storytelling y periodismo. Todo lo que aprendí de Estadística y Business intelligence lo puse en práctica en la Unidad. Incluso creé mi propio método adaptado para periodismo usando como base el CRISP-DM.

Aquél experimento nos puso a la vanguardia internacional. Fuimos finalistas en múltiples ocasiones de los Data Journalism Awards, considerados los Pulitzer del periodismo de datos global. En esos premios globales competimos a la altura de medios de comunicación prestigiosos como The New York Times, Bloomberg, Propublica y The Guardian, por citar solo algunos. Durante los cuatro años que duró esa aventura defendimos el compromiso de entregar a los lectores una nueva manera de informarse y de generar conocimiento a partir del análisis y la visualización de datos.

El reto de descifrar una nociva maniobra matemática

Uno de los proyectos de investigación basada en análisis de datos más significativos para mí fue el que me permitió desentrañar la fórmula matemática con la que, por años, la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) ocultó un subsidio que encareció el precio de la gasolina y el diésel para abaratar el asfalto y el gas. Aquello, claramente, perjudicaba a todos los conductores del país y beneficiaba únicamente a un pequeño grupo de empresas.  

La pregunta obligada era: ¿cómo probar la existencia de ese subsidio cruzado que no era visible en la fórmula de cálculo de precios? En equipo, con esa gran periodista de investigación que es Mercedes Aguero, analizamos expedientes, informes técnicos, resoluciones, correspondencia y todas las apelaciones contra la metodología, presentadas por Recope ante la Junta Directiva de la Aresep.

En esa etapa obtuvimos pistas invaluables, pero fue la creación de una base de datos manual lo que nos permitió entender cómo la Aresep incluyó el subsidio cruzado en la fórmula de costos de Recope y cómo, finalmente, esa distorsión la terminó pagando el consumidor de diésel y gasolina. 

La estructura de la base de datos manual estaba basada en una fórmula que, a su vez, incluye otra fórmula. Esa segunda fórmula era conocida como factor K o de costos operativos de Recope y, en descifrarla, estaba la clave para probar la existencia del subsidio cruzado.

“Cuando vi la fórmula de precios de los combustibles y empecé a analizarla, de inmediato regresé a mi adolescencia. Me sudaban las manos y varias veces dudé de si sería capaz de desentrañar la maniobra matemática en la que, por tantos años, se había ocultado el subsidio cruzado”

“Cuando vi la fórmula de precios de los combustibles y empecé a analizarla, de inmediato regresé a mi adolescencia. Me sudaban las manos y varias veces dudé de si sería capaz de desentrañar la maniobra matemática en la que, por tantos años, se había ocultado el subsidio cruzado”

Pero como diría mi madre, quien persevera, alcanza. Finalmente, una noche, después de muchas pruebas y errores, los cálculos funcionaron y ¡eureka! en aquella matriz de datos se hizo la luz que dio paso a esta investigación. El resto es historia.

Desafíos más allá del periodismo

Cuando el equipo y yo dejamos La Nación, en mayo de 2018, empecé un proceso de análisis interno para redefinir el rumbo de mi carrera. En México, la Universidad de Guadalajara me abrió las puertas para hacer algo que me animaba mucho: dirigir, a nivel de Maestría, un taller de periodismo de análisis y visualización de datos para formar a periodistas de Iberoamérica en estas habilidades.

Ha sido uno de los retos más bonitos de mi carrera porque, constantemente, lidio con el pánico y reticencia que, por lo general, tienen los periodistas hacia cualquier cosa que huela a matemática y números.  Para mí es muy satisfactorio ver cómo, semana a semana, ese pavor se disuelve. Y que, desde mi propia experiencia de superar ese trauma, puedo ayudar a otros a vencer su miedo a trabajar con hojas de cálculo y demás herramientas de análisis y visualización de datos. 

Sin embargo, a nivel personal, yo quería trascender, ir más allá del periodismo y probar que mis habilidades en análisis de datos, visualización de información e inteligencia de negocios podían aplicarse en otras áreas. 

En ese momento tenía tres cosas muy claras:

  • Quería prepararme mejor, estudiar más a fondo programación en R, Python y SQL. Llevar más cursos de Estadística y Ciencia de Datos. También, especializarme en diseño y visualización de datos. 
  • Lo segundo que tenía claro es que no quería regresar permanentemente a una sala de redacción como editora. Rechacé todas las ofertas para hacerlo, en distintas partes del mundo, y asumí el riesgo en todos los sentidos.
  • También tuve claro que, si iba a trabajar como consultora, me enfocaría en apoyar proyectos periodísticos y de la sociedad civil sobre Derechos Humanos, en particular los de las mujeres y las personas LGBTIQ+. Y también buscaría iniciativas para mejorar la calidad de vida de las personas y combatir el cambio climático. 

Esas tres decisiones que tomé a mediados de 2018 le dieron un vuelco a mi existencia como mujer y profesional. Me llevaron a nuevas esferas de conocimiento para reafirmarme a mí misma que la pared del miedo a la matemática y a la ciencia, no existe más en mi vida, es solo una anécdota más.

Estas tres decisiones, también me llevaron a lugares impensables. A trabajar con personas increíbles en Jordania, Londres, activistas de África, sociedad civil de América Latina y de organismos multilaterales en Estados Unidos. A lo largo de estos últimos cuatro años, he aprendido que la mejor forma de cambiar las cosas es unir fuerzas y empeño con la Sociedad Civil y los tomadores de decisiones en diferentes estados y gobiernos. 

Esas experiencias me han permitido sumar para construir conocimiento conjunto y aportar, desde la investigación y uso ético de los datos, potenciales soluciones para algunos de los problemas más apremiantes que vivimos en este planeta. En ese sentido, uno de los proyectos más emblemáticos de este último cuatrienio ha sido el de co-liderar el proceso de Estandarización de datos de feminicidio en América Latina y el Caribe. 

El Proyecto de Estandarización de datos de feminicidio es una idea desarrollada por la Iniciativa Latinoamericana de datos abiertos, ILDA, donde me desempeño como coordinadora de Género y Datos.  Lo que intentamos resolver es cómo mejorar la producción de datos de feminicidio en cada país de Latinoamérica y el Caribe para que, cuando hablemos de cifras de femicidios, tengamos la certeza de que en esos números no hay omisiones.

Hoy por hoy, los datos de femicidio recolectados en América Latina y el Caribe no son comparables entre sí. En consecuencia, no todos los tipos de feminicidios están siendo incluidos en las estadísticas.  Esto ocurre porque cada país que tiene una ley para castigarlos, entiende y tipifica el feminicidio de diferentes maneras. 

Algunos países sólo penalizan crímenes cometidos por parejas o exparejas. Otros van más allá e incluyen a abusadores sexuales o a conocidos en relaciones de confianza o poder.  Estas divergencias legales determinan qué variables estadísticas se recolectan o no en cada país.  Determinan qué cuentan y qué no cuentan los países sobre el femicidio.

Esto nos lleva a un subregistro de casos. No tenemos certeza de la verdadera magnitud de estos asesinatos. Por eso, en ILDA nosotras queremos saber si es posible estandarizar las variables estadísticas que miden el feminicidio en América Latina y el Caribe.  Entonces, en conjunto con gobiernos y organizaciones de la sociedad civil desarrollamos una guía para que, bajo una misma metodología, los países que lo deseen recopilen, identifiquen y registren información de femicidios.  Hasta ahora hemos hecho pilotos en Panamá, Honduras, Jamaica, Paraguay, Ecuador y Costa Rica. 

¿Qué hemos aprendido en el camino? Tres lecciones esenciales que resumo en la siguiente imagen:

A título personal, este proyecto me ha permitido amalgamar mis tres pasiones: La inteligencia de datos, el análisis de datos y la comunicación. Y aquí es donde, hoy por hoy, doy gracias por todo lo que pasé. Donde tiene sentido haber sufrido de pavor por las matemáticas en mi adolescencia y luego, en mi juventud, botar esa pared por medio de la Estadística. 

Realmente me siento afortunada de haber estudiado, primero, periodismo y comunicación, porque sin esas habilidades de investigación, para preguntar y escuchar, muchos de los proyectos de análisis y visualización de datos que hoy hago, se me hubiesen puesto muy cuesta arriba.  Quizá se sorprendan – o quizás no-, gestionar la comunicación – saber escuchar, saber qué decir y cómo explicar la lógica informática detrás de un proyecto de análisis o ciencia de datos- es determinante para su éxito. 

Para terminar este artículo quiero atar un cabo suelto. Recuerdan que les dije que una de las tres decisiones más importantes que tomé a mediados de 2018 fue la de no regresar permanentemente a una sala de redacción. Lo he cumplido hasta hoy. Pero eso no significa que haya abandonado el periodismo. Hace unos meses, junto a dos periodistas jóvenes y talentosas, emprendimos el proyecto Así te afecta el cambio climático, que publicamos desde mi sitio web www.ladatacuenta.com

Así te afecta el Cambio Climático es una plataforma de periodismo de datos para explicar qué es el Cambio Climático y cómo impacta la vida cotidiana de las personas. Empleamos gráficos, datos, voces de la ciencia y el activismo para contar en un lenguaje sencillo, pero profundo por qué debe importarnos el calentamiento global. 

Ojalá lo puedan visitar. Y ojalá este texto haya servido para motivar a otras mujeres a botar paredes, a botar cualquier obstáculo que les impida ser mujeres de Ciencia, mujeres de ciencia de datos o mujeres de lo que sueñen y quieran.  Todo es posible. Lo sé por experiencia propia. 

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2022

(Los artículos de La Data Cuenta son propiedad de su autora, Hassel Fallas. Si desea reproducirlos o hacer referencia a ellos, por favor cite la fuente original y vincule el link a su publicación).

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Para consultas sobre cursos, asesorías o desarrollo de proyectos en análisis y visualización de datos, escriba a: hassel@ladatacuenta.com

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