El dengue en Oaxaca deja huellas profundas en quienes lo padecen, desde secuelas debilitantes hasta gastos médicos insostenibles. A través de voces como la de Paulina Ríos, se muestra cómo el cambio climático intensifica los brotes y cómo las deficiencias del sistema de salud complican aún más la situación.
Por: Diana Manzo, corresponsal en Oaxaca
Edición y datos: Hassel Fallas
Publicado el 06 de noviembre de 2024
Por: Diana Manzo, corresponsal en Oaxaca
Edición y datos: Hassel Fallas
Publicado el 06 de noviembre de 2024
La lucha de una familia contra el dengue
Oaxaca, México — Paulina Ríos ha vivido de cerca la furia silenciosa del dengue. A sus 64 años, ha enfrentado dos contagios: el primero en septiembre de 2023, cuando se sintió aliviada de haberse recuperado sin mayores complicaciones, y el segundo en junio de 2024, una experiencia que cambió su vida de forma más radical. Con una voz pausada y serena, Paulina explica que este segundo episodio dejó secuelas mucho más severas, probablemente debido al desgaste de su sistema inmune tras haber padecido también de COVID-19 y a la hipertensión, que la acompaña desde hace 16 años.
“Ganas tengo, pero los mareos me tumban en la cama, y a veces no puedo avanzar ni levantarme”, confiesa con resignación.
Como muchas otras familias en Oaxaca, Paulina tuvo que enfrentar el dengue no solo desde el padecimiento físico, sino también desde el lado económico, en un sistema de salud colapsado que la obligó a recurrir a la atención privada, donde cada consulta y medicamento se tradujo en una carga difícil de llevar.
Su madre, Julita Olivera, de 89 años, también contrajo dengue y estuvo hospitalizada durante 15 días.
“Es fuerte y logró salir adelante, pero fueron días muy duros”, relata Paulina. El peso de cuidar a sus padres, mientras ella misma lucha contra las secuelas del dengue, se ha vuelto un reto abrumador. “Ya no sé ni quién soy”, confiesa, mientras la fatiga y los síntomas residuales parecen erosionar su ánimo día tras día.
Los adultos mayores con enfermedades como diabetes, hipertensión o afecciones cardíacas son más vulnerables al dengue por tener un sistema inmunológico menos resistente. Imagen creada a partir de IA
La larga sombra del dengue
La historia de Paulina es solo una entre muchas en Oaxaca. Claudia Cruz, de 52 años, también vivió en carne propia los estragos del dengue en septiembre de 2023. “Sentí que me moría”, recuerda, todavía conmocionada. Durante más de dos semanas soportó fiebres de más de 39 grados, vómitos y la sensación de que sus pies, hinchados como globos, no le pertenecían.
“Parecía que llevaba dos sapos en los pies”, dice con un humor resignado. El acceso a la salud pública fue imposible para Claudia, quien tuvo que recurrir también a clínicas privadas, lo que agravó aún más su situación económica.
Su hija, Claudia Cristóbal, tampoco escapó del dengue y ahora padece un debilitamiento severo del sistema inmunológico, con enfermedades respiratorias recurrentes. “Es como si cada mes volviera a enfermarme”, lamenta.
Algunos pacientes con dengue logran atención en el seguro social, pero otros no tienen esa posibilidad. La falta de acceso a la salud pública les obliga a acudir a clínicas privadas. Imagen creada a partir de IA
Una epidemia que escapa de las estadísticas
Las cifras oficiales sobre el dengue en Oaxaca dan cuenta de la magnitud del problema: más de 3.600 casos confirmados de casi 28.000 probables hasta septiembre, con los Valles Centrales acumulando la mayor cantidad de contagios y 16 defunciones registradas. Durante 2024.
Sin embargo, los médicos y especialistas advierten que las estadísticas oficiales apenas capturan una parte del problema.
“Muchas personas no acuden al doctor, solo toman un paracetamol y se recuperan por su cuenta. Esos casos no aparecen en los reportes. Y también está la gente de las comunidades más alejadas, donde no llegan a tiempo al hospital y fallecen sin que su muerte se registre como consecuencia del dengue”, asegura el doctor Sergio Salas, desde Unión Hidalgo.
María Ortiz, de 30 años, es una de esas pacientes invisibles. Nunca tuvo un diagnóstico formal, pero durante dos semanas sufrió los síntomas característicos del dengue: fiebre alta, dolores musculares intensos y un cansancio extremo. Decidió no ir al médico por falta de recursos y se trató con agua de limón, frutas y largas horas de sueño. “Así me la llevé, hasta que un día la fiebre se fue”, recuerda.
Es esencial usar repelente, fumigar y eliminar recipientes con agua estancada para evitar criaderos de mosquitos y prevenir el dengue. Imagen creada a partir de IA
Prevención, la clave
El dengue sigue presente en Oaxaca, y las autoridades sanitarias advierten que los casos podrían seguir en aumento. El doctor César Carrasco Vicente subraya la importancia de la prevención, más allá de esperar el primer piquete del mosquito.
“Cada cuerpo reacciona de manera diferente al virus. Algunos desarrollan síntomas similares a un resfriado, pero el diagnóstico final sigue siendo dengue. Es fundamental usar repelente, fumigar los hogares y eliminar los cacharros que puedan acumular agua y convertirse en criaderos del mosquito Aedes aegypti”, recomienda.
Más allá de los números, las historias de Paulina, Claudia y María revelan el impacto silencioso de una epidemia que, al igual que otras enfermedades, no distingue entre clases sociales ni edades, pero sí pone al descubierto las grietas de un sistema de salud sobrecargado, un desafío para miles de personas que deben enfrentar la enfermedad no solo con medicamentos, sino también con paciencia, recursos propios y la esperanza de que un nuevo brote no las vuelva a alcanzar.
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2024
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