San Dionisio del Mar: Diez años de escasez de agua y el asedio del calor extremo

San Dionisio del Mar: Diez años de escasez de agua y el asedio del calor extremo

Ilustración a partir de IA generativa

Vidas en sequía

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Reportaje, video y fotos: Diana Manzo

Edición, análisis y diseño de datos: Hassel Fallas

Publicado: 10 de junio de 2024

Reportaje, video y fotos: Diana Manzo

Edición, análisis y diseño de datos: Hassel Fallas

Publicado: 10 de junio de 2024

Situado al oriente del estado de Oaxaca y rodeado por las abundantes aguas saladas del Golfo de Tehuantepec, este municipio enfrenta una crisis hídrica agudizada por las inclementes olas de calor que superan los 40 grados Celsius desde marzo. A pesar de estar en estado de emergencia, las autoridades locales han sido incapaces de proporcionar soluciones efectivas. Los pozos de agua, construidos con fondos públicos, permanecen desconectados de la red eléctrica, dejando a la población sin acceso a este recurso vital. Sus habitantes, con su inquebrantable espíritu de lucha, han recurrido a construir pozos particulares y comunitarios, compartiendo el agua con sus vecinos en un esfuerzo solidario. Pero la demanda es tal que también deben comprarla embotellada y en tanques, lo que representa un gasto significativo para estas familias, obligándolas a destinar gran parte de sus ingresos para acceder a un recurso tan básico como es el agua.

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Ni una sola gota de agua

SAN DIONISIO DEL MAR, OAXACA, MÉXICO— Es mediodía y San Dionisio del Mar se ha convertido en un horno donde las temperaturas superan los 40 grados Celsius a causa de las inclementes olas de calor que afectan a todo México desde finales de marzo.

Esta localidad es una de las 500 en el país que están en estado de emergencia por la intensa canícula, una situación que ha agravado su ya de por sí crítica escasez de agua dulce, aunque, paradójicamente, el pueblo esté rodeado por las abundantes aguas saladas del Golfo de Tehuantepec.

Bajo el sol implacable, las calles polvorientas de este municipio indígena ikoots   – al oriente del estado de Oaxaca- se vacían, obligando a los residentes a buscar refugio en cualquier sombra disponible.

Chris Arturo, un niño de ocho años, arrastra una silla hasta el frondoso árbol de chicozapote en el patio de su casa. Este árbol, con su denso follaje y sus ramas extendidas, es un refugio natural contra el sol abrasador. Sus grandes hojas verdes crean una sombrilla viviente que filtra la luz y proporciona un oasis fresco en medio del calor implacable. A su lado, su abuelo Rufino Orozco Flores, de 70 años, y su hermano Luis Diego, de 10, también intentan mitigar el calor tórrido que parece derretir hasta el aire.

Chris Arturo se limpia el abundante sudor que le corre por la frente y el cuello. Luego, corre a lavarse las manos, sumergiéndolas en un hondo recipiente naranja lleno de agua que su mamá ha almacenado para esa necesidad. Su sofoco se alivia momentáneamente.

Desde muy corta edad, Chris Arturo ha aprendido que de las tuberías de su hogar no cae una sola gota de agua. Su madre, Onésima Juárez, de 35 años, ha desarrollado una serie de estrategias para resistir la sequía que se ha estacionado en la comunidad durante los últimos 12 años.

Antes trapeaba el piso de la casa todos los días, ahora lo hago cada tercer día. Antes lavaba ropa a diario, ahora, cada semana. Antes vendía comida, ahora solo raspados de frutas (helados). Antes mis hijos se bañaban dos veces al día, ahora solo una vez. Ahora toda el agua que sale de lavar la ropa y los trastes, la guardamos para echarle al sanitario o regar las plantas

Onésima Juárez

Residente de San Dionisio del Mar, Oaxaca

En tiempos más benignos, el agua llegaba al municipio de dos maneras: una tubería de gran tamaño que se extendía siete kilómetros desde el vecino Chicapa de Castro y por medio de pozos profundos que operaban con electricidad para extraer agua de los mantos acuíferos. Hoy estos métodos se han vuelto reliquias de museo, totalmente desconocidas para los habitantes jóvenes como Chris Arturo.

La familia de Onésima Juárez y Jaime Orozco está habituada a vivir rodeada de recipientes de todos los tamaños para conservar agua. Desde hace más de una década es imposible conseguir agua en las tuberías de su casa. Un pozo comunitario y comprarla para todas las necesidades básicas son sus únicas fuentes para abastecerse del líquido.  

En este hogar no se desperdicia ni una gota de agua, la que se usa para lavar trastes y ropas se recicla para limpiar los pisos y baños. 

Por las tardes, cuando la temperatura rebasa los 40 grados Celsius, los hijos de Onésima y Jaime se protegen bajo la sombra de un árbol de chicozapote. 

La sequía severa no da tregua

En el municipio de San Dionisio del Mar, sus habitantes están experimentando una larga y severa sequía desde inicios de este año, algo que no ocurría desde 2016 y 2017. 

Cinco pozos inútiles

En San Dionisio del Mar viven 5.180. La mitad son mujeres, principalmente amas de casa que elaboran tortillas o se dedican al comercio como Onésima, quien junto a su esposo Jaime, pescador y albañil, cría a sus cinco hijos. Toda la población es de la etnia Ikoots, un pueblo de muy arraigadas costumbres y tradiciones con un inquebrantable espíritu de lucha que, sin embargo, hoy pone a prueba la falta de agua.

El excesivo calor de este año ha intensificado la crisis, pero la población también culpa de ella a la desidia de sus autoridades. Aseguran que las últimas presidentas municipales – Teresita de Jesús Luis Ojeda (2016 al 2018 y 2019 al 2020), Magali Martínez (2021) y la actual, Sonia Gallegos Luis – no quisieron invertir el dinero público del presupuesto municipal en conectar cinco pozos de agua a la red eléctrica, una tarea fundamental que solucionaría el problema de desabasto. De estos pozos, tres se construyeron durante sus administraciones y dos existían con antelación.

 Los fosos deben contar con electricidad para que las bombas extraigan el agua del subsuelo y la distribuyen a través de las tuberías. Sin esta conexión es imposible acceder al agua almacenada en ellos. “Son como elefantes blancos: Están ahí, pero no sirven”, lamentan los residentes.

“Es una total dejadez lo que ocurre con nuestras autoridades. De nada sirvió construir los pozos. Entonces lo que hemos hecho es sobrevivir, el agua es un servicio básico que acá no tenemos”, enfatizaron al unísono varios habitantes consultados para este reportaje.

“Nos quedamos sin la actual presidenta municipal -porque se postuló como candidata a una diputación estatal en la recién pasada elección-, entonces, ¡no hay ni a quién reclamarle! Mientras tanto seguimos sin agua. Ella se olvidó, totalmente, de atender esta necesidad básica, tal y como lo prometió cuando fue su campaña política”, denunciaron.

Las labores cotidianas del hogar -como lavar platos, ropa o incluso bañarse- son, además de una odisea por el faltante de agua, un gasto cuantioso para las familias de este municipio. Imagen a partir de IA generativa. 

Una alternativa comunal

Ante la inercia de las autoridades municipales para resolver el acceso al agua, 50 de las 1.400 familias de San Dionisio del Mar decidieron abrir igual cantidad de pozos particulares en sus patios, una inversión que les costó un total de 500 mil pesos (US$29.499, aproximadamente). Esta es una cuantiosa inversión considerando que en el municipio, 8 de cada 10 hogares viven en la pobreza y el salario promedio mensual en Oaxaca es de 3.800 pesos (US$224).

Los fosos particulares sirven principalmente a sus propietarios, pero se permite a los vecinos sin recursos acceder a ellos. Esta solidaridad es una forma de enfrentar el largo estiaje que ha durado más de una década.

En cambio, otras familias, como la de Onésima y Jaime, decidieron juntarse para enfrentar el oneroso precio de cavar tres pozos comunitarios y beneficiarse conjuntamente para encarar la escasez de agua. Por medio de rifas, contribuciones de residentes que ahora viven en Estados Unidos y el tequio (ayuda mutua) , los vecinos pusieron manos a la obra para excavar los entre 8 y 11 metros necesarios para cada fuente.

En Oaxaca, el agua de tres de cada 25 hogares (12% o 138 mil casas) procede de un pozo, río o arroyo. Esa cifra es la cuarta más alta de todo México, solo superada en los estados de Chiapas, Tabasco y Guerrero. Mientras, solamente tres de cada ocho (38%) reciben el líquido desde tuberías instaladas en la propia vivienda, el dato más bajo del país, según un análisis de La Data Cuenta con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), de 2022.

¿De qué fuentes viene el agua?

Recibir agua por medio de tuberías dentro de casa es algo que pocas familias oaxaqueñas conocen. Menos de 2 de cada cinco hogares tienen esa posibilidad para satisfacer sus necesidades básicas. 

Una rutina doméstica cada vez más pesada

Son las 4:00 de la madrugada y Jaime aprovecha que el clima está fresco para empezar su jornada antes de que el sol ardiente la vuelva extremadamente pesada. Como todos los días, desde hace cinco años, lo primero que Jaime hace es subir a su triciclo para pedalear hasta el pozo comunitario y traer agua.

Al llegar, coloca una cubeta de metal en un gancho y la introduce en el hondo el pozo. Pacientemente, saca el agua poco a poco y la vierte en los recipientes de plástico que trae consigo. Todo es manual.

Jaime, de 39 años, es campesino y no tiene un empleo formal. A veces va a pescar y en otras ocasiones trabaja como ayudante de albañil. Su rutina temprana le permite dejarle a Onésima, su esposa, unos 1.000 litros de agua que ella debe administrar para que alcance para los quehaceres de todo el día.

Voy muy temprano porque el pozo se llena de gente. El agua la usamos para que mis hijos se bañen y para lavar los trastos. Los vecinos tratamos de extraerla lo menos posible porque tememos que, de tanto sacar agua, se acabe, y tengamos que buscar otro lugar que nos provea”, expresa Jaime con preocupación.

Jaime Orozco

Habitante de San dionisio del mar, oaxaca

Para compensar el impacto en el bolsillo, en su hogar han reducido el uso de energía eléctrica: Antes encendían ocho lámparas, ahora, solo la mitad. También Onésima hierve el agua del pozo para dar de beber a sus hijos, porque la cuenta mensual por el líquido sería más grande si comprara los siete garrafones que necesitan a la semana.

“No se puede comprar tanta agua para beber. Al hervirla nos protegemos. Esa es otra forma de ahorrar. El no tener agua, de verdad, nos ha cambiado nuestra vida familiar, porque o compramos agua o comemos, o compramos frutas o bebemos un agua. También hemos sacrificado ropa, diversión. Todo no se puede tener, no alcanza el dinero”, cuenta la mujer.

La joven mujer recuerda que en su niñez y adolescencia nunca padeció la falta de agua. Vivía cerca del arroyo El Manantial, que hoy es solo un recuerdo, pues también está contaminado por la basura que arrojan las personas.

“Nunca imaginé que acá tuviéramos ese conflicto por falta de agua. Se ha convertido en el nuevo oro, el tesoro más preciado. Ahora nos cuesta más tenerlo”, dice Onésima.

Mientras tanto, bajo la sombra del árbol de chicozapote, Chris Arturo juega con sus hermanos, ajeno a las dificultades que enfrentan sus padres cada día para darle agua a su familia. Quién sabe si algún día el niño verá, por fin, el agua fluyendo por las tuberías de su hogar.

Un grupo de familias del centro de San Dionisio del Mar se unieron para reunir el dinero y construir un pozo comunitario para extraer agua. 

Sacar el líquido es una tarea 100% manual. Algunas familias requieren, a diario, unos 1.000 litros. 

La demanda es tanta en esta época de olas de calor, que los vecinos temen que la fuente se agote.

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2024

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