Hassel Fallas: Edición, análisis de datos y diseño
Diana Manzo: Reporteo e investigación
En lo que va de la década, las conversaciones sobre el cambio climático han pasado de advertencias teóricas a evidencias palpables. Las temperaturas globales están alcanzando máximos históricos mes tras mes, transformando predicciones en hechos: 2024 será el año más caliente de la humanidad.
Esta situación global, exacerba los cambios en los ciclos de la sequía y la lluvia, acelerando una crisis de agua que afecta ya a casi la mitad de la población mundial. En medio de esta tormenta perfecta, México no es la excepción. La combinación de decenios de gestión hídrica deficiente y una infraestructura anticuada han puesto al país al borde de una severa emergencia, acentuada por las extremas condiciones climáticas actuales.
Las cifras hablan por sí solas: La disponibilidad de agua en el país ha disminuido drásticamente, pasando de 10.000 m³ por persona en 1960 a apenas 3.200 m³, y se proyecta que caiga por debajo de los 3.000 m³ para 2030.
Este año, la encrucijada hídrica ha tocado de cerca a más de 65 millones de mexicanos, aproximadamente el 50% de la población, quienes enfrentan sequías severas y excepcionales. Estas condiciones han llevado a imponer restricciones de uso de agua que escalan hasta declaraciones de emergencia por la total ausencia del líquido, un fenómeno en aumento en numerosos estados del país.
En uno de los estados más vulnerables al cambio climático, Oaxaca (al sur), la crisis se siente con especial intensidad. En su capital, los mantos freáticos y manantiales que la abastecen están en niveles críticos. Actualmente, la capacidad del sistema doméstico de agua potable es de 195 litros por segundo cuando se requieren de, al menos, 1.100 litros por segundo para suplir la demanda de la población.
La metrópoli y otros municipios como Unión Hidalgo enfrentan esta escasez diaria en un contexto de temperaturas récord de hasta 40 grados Celsius y precipitaciones prácticamente nulas desde finales del año pasado. La situación es más insoportable debido a una infraestructura local plagada de fugas y desperdicios por falta de mantenimiento, dejando a miles de familias en una lucha constante por acceder al agua en medio del duro estiaje.
«Es triste ver cómo los pozos se descomponen por la falta de mantenimiento. El agua es vida, pero las cosas no se hacen bien en el pueblo. Se desperdicia mucha más agua de la que nos suministran. Así llevamos más de cinco años», comentó uno de los pobladores de Unión Hidalgo. El problema no es exclusivo de Oaxaca. En México, casi la mitad del agua potable se pierde debido a fugas en la infraestructura de distribución.
En los primeros cinco meses del año, las temperaturas máximas promedio en el país habían escalado de los 30 grados Celsius en enero a los 37 en mayo. Durante el quinto mes, 31 de los 32 estados de México registraron temperaturas máximas de entre 30 a 40 grados.
En Oaxaca, como en muchas otras regiones del planeta, el cambio climático ha alterado drásticamente el ciclo hidrológico, lo que reduce aún más la disponibilidad de agua dulce para consumo humano, que ya de por sí es menor al 0,5% del total mundial. Además, el aumento del nivel del mar está provocando la salinización de las aguas subterráneas, complicando aún más el acceso al agua potable.
San Dionisio del Mar es un ejemplo conmovedor de esta crisis. Ubicado en las riberas del Golfo de Tehuantepec, a cinco horas de la capital, este municipio ha enfrentado una sequía por más de una década, agudizada recientemente por las inclementes olas de calor que recorren el país desde marzo. A pesar de estar en estado de emergencia, la renuencia de las autoridades locales para conectar cinco pozos de agua a la red eléctrica ha exacerbado la carestía.
Ante esta inacción gubernamental, los habitantes han tomado la iniciativa de construir pozos particulares y comunitarios, compartiendo el preciado líquido. Sin embargo, el miedo a agotar completamente el suministro limita su uso, subrayando la gravedad de su situación. Paralelamente, en áreas rurales como El Porvenir, la escasez ha obligado a los agricultores a modificar sus prácticas, optando por cultivos menos dependientes del agua. Estas adaptaciones locales son reflejo de un esfuerzo más amplio por manejar los recursos de manera más sostenible en medio de condiciones cada vez más difíciles.
Las historias de vidas en sequía en Oaxaca de Juárez, San Dionisio del Mar y El Porvenir, junto con otras provenientes del mismo estado y presentadas en esta serie de reportajes, revelan un microcosmos de una crisis hídrica que resuena en toda América Latina y más allá. Estos relatos evidencian que el cambio climático no es un problema aislado, sino una realidad global en la que millones de personas enfrentan los mismos desafíos en el año más caliente de la historia.
En los últimos cinco años, la cantidad de lluvia caída en el país durante los primeros cinco meses del año ha disminuido de manera significativa. Mientras que en 2020 se registraron 4.778 milímetros de lluvia, este año la cifra se redujo a tan solo 2.041 milímetros, representando una disminución de casi un 60%. Cabe destacar que un milímetro de lluvia equivale a un litro de agua por metro cuadrado.
Esta serie de cinco reportajes revela la dura realidad de las comunidades en Oaxaca, México, que enfrentan una sequía crónica. La desesperación y la resiliencia marcan su lucha por el acceso al agua en medio de las abruptas consecuencias del cambio climático.
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2024
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