Ola de homicidios en Costa Rica no es “por mala suerte”. Más pobreza, desigualdad y falta de oportunidades la causan

En esta entrevista Randall Brenes, Oficial de Gobernabilidad y Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) ofrece contexto, respuestas y desafíos a lo que revela un análisis de datos policiales elaborado por La Data Cuenta con estadísticas del Organismo de Investigación Judicial.

 La violencia es producto de una mala gestión del desarrollo humano. Es causa de mayor profundización de los problemas. Nos hemos fragmentado como sociedad en pedazos que se van aislando y van generando un clima de violencia

Randall Brenes

PNUD

Por: Hassel Fallas

Reporteo, análisis y visualización de datos

Olga Cajina

Ilustraciones

“Costa Rica pierde la paz”. “Enero del 2023 es el mes más violento en la historia de Costa Rica”. “Homicidios en Costa Rica alcanzan cifras récord en 2022”. “Niño de 8 años que murió tras bala perdida, soñaba con ser luchador de artes marciales”. Costa Rica, la tierra relajada del ‘pura vida’, sucumbe a la violencia del narcotráfico”. La escalada de homicidios que sufre el país centroamericano -vinculada al sicariato por crimen organizado- ha acaparado los titulares de medios de comunicación locales y extranjeros desde hace ya varios meses. La violencia azora, aterra y desconcierta a los costarricenses.  Desdibuja y descolora la imagen de nación idílica, pacífica que se vende al turismo extranjero.

 ¿Cuáles son las causas de esta crisis de seguridad ciudadana que afronta el país?, ¿qué la está provocando de manera sistémica? Y lo más importante: ¿Está a tiempo Costa Rica de revirar, de detener bajo los principios del Estado de Derecho y la democracia esta espiral de violencia? En esta entrevista Randall Brenes, Oficial de Gobernabilidad y Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) conversa del tema con La Data Cuenta. Brenes ofrece contexto, respuestas y desafíos a lo que revela un análisis de datos policiales elaborado por este medio con estadísticas del Organismo de Investigación Judicial.

* La entrevista ocurrió el 6 de marzo de 2023. Los datos presentados son hasta el 31 de marzo de 2023

¿Cuál es su diagnóstico de la ola de homicidios que afronta Costa Rica?

«El problema de la violencia no debería de sorprendernos porque ha venido creciendo desde hace ya varios años. Costa Rica era un país con tasas de homicidios bajos para la región, tasas más parecidas a las de Europa. Era excepcional. Hacia finales del siglo pasado e inicios de este, comienza a darse un crecimiento acelerado de estos crímenes y violencia que llega a puntos altos en 2009. La situación es tan crítica que se convierte en el tema central de la campaña electoral del 2010, que ganó Laura Chinchilla (Partido Liberación Nacional) porque, precisamente se concentró en un llamado a tomar acción y elaborar una política pública para atender el problema. Esta política tuvo buenos resultados. Hubo un decrecimiento del homicidio hasta 2013, pero en 2014 empieza a crecer de nuevo. La tendencia debió haber llamado la atención, sin embargo, no se abordó con visión integral de largo plazo. Ahora nos encontramos en esta situación.»

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Esa ola de homicidios del 2009, ¿en qué era diferente o similar a la que encara hoy el país?

«A diferencia del que ocurría en la década pasada, el homicidio de hoy se explica por su vínculo con el crimen organizado.  A finales de la primera década de este siglo, el homicidio estaba vinculado a violencia patrimonial, es decir a asaltos para robar un carro, por ejemplo, y mataban a la persona. Entonces, las personas creían que estaban en ese riesgo de ser víctima. Ese miedo lo reflejaban las encuestas. Más de la mitad de la gente decía que ese era el principal problema del país. A finales del año pasado, solo el 13% de la población dijo que la inseguridad ciudadana es el reto más relevante (Encuesta del PNUD y la UCR). ¿Por qué?  En el imaginario colectivo está instalado que “estos delincuentes (sicarios del crimen organizado) se matan entre ellos” y que “a nosotros no nos va a pasar porque no estamos metidos en eso”. El problema es que eso es como echar una gota de tinta en un papel, comienza a extenderse por toda la superficie, irremediablemente. Tenemos que dejar de pensar que eso les pasa a los otros. El problema se va a extender cada vez más si no actuamos. Entre los ciudadanos debemos entender que esto nos afecta a todos por igual.»

¿Qué ha cambiado en las dinámicas del crimen organizado en el país para desencadenar este fenómeno de ajuste de cuentas?

«Claramente podemos hablar de una fuerte y creciente penetración del crimen organizado en el país, que dejó de ser lugar de paso para movilizar mercancía de extranjeros para convertirse en sitio de exportación.

Parece que los carteles se han instalado en el país y también los hay costarricenses.  Lo cual se ha convertido en una opción de vida para muchas personas que creen en este negocio. Situación que refleja una evidente falta de control de este fenómeno por parte de las autoridades.

El crimen organizado es muy vertical, pero al ampliarse en distintos territorios se desmiembra y se crean subgrupos que empiezan a enfrentarse entre ellos mismos. Se descabezan organizaciones e inmediatamente se desata una lucha por el poder de lo que queda, creando facciones de la misma banda.

Todos esos fenómenos han profundizado en el clima de violencia en el país. El ajuste de cuentas y el sicariato son manifestaciones violentas de un tipo de criminalidad mucho más compleja. El homicidio por ajuste de cuentas es la forma más visible de la actividad del crimen organizado, pero tiene otras manifestaciones que no queremos ver. Por ejemplo: el lavado de dinero.

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¿Qué condiciones podría estar facilitando Costa Rica para afianzar la operación de estas bandas?

Una organización criminal existe porque gana dinero, no lo hace por pasatiempo. Este negocio tiene una altísima retribución. Se matan como se matan porque la ganancia es tan alta que le asignan un sacrificio importante para tener esos ingresos y esa vida. El crimen organizado se mantiene por la entrada de dinero. Pero para usarlo tiene que lavarlo para legitimarlo y guardarlo en un banco, por ejemplo. Parece que, en Costa Rica, el crimen organizado ha encontrado opciones importantes para hacerlo. Si usted quiere acabar con el narcotráfico tiene que cortarle la manguera del dinero, decían en Colombia.

Si nos dedicamos a buscar a los “malos” y arrestarlos, fíjese que esa es una masa laboral infinita. Porque son personas muy jóvenes que no tienen nada para construir su proyecto de vida ni otro horizonte más que ese. El problema es que hay gente haciendo fila para tener ese puesto. En muchas comunidades, el modelo es: el que vende drogas tiene moto, plata. Lo más trágico de estos jóvenes es su incapacidad de proyectarse en el futuro. Su idea es de cortísimo plazo: tener dinero en la bolsa, una moto o un carro y con eso basta. Ese patrón es muy difícil de deconstruir.

Aunque usted se dedique solo a perseguirlos a ellos, la máquina sigue funcionando. Siempre habrá otros haciendo fila para vender drogas o dedicarse al sicariato. Son personas desechables. Lo que sí no es desechable es el dinero, si se quiere controlar al crimen organizado, hay que cerrar la llave del dinero.

Randall, usted habla de personas jóvenes sin oportunidades ni proyecto de vida como aquellas a las que, principalmente, atrae el crimen organizado. El Informe del Estado de La Nación nos ha reiterado en múltiples ocasiones que las víctimas de homicidio son en 90% de las ocasiones hombres, costarricenses y más de la mitad de ellos son jóvenes entre 15 y 35 años. ¿A qué causas sistémicas se puede atribuir esta realidad? ¿En qué ha fallado el Estado costarricense?

La seguridad no es mala suerte. La inseguridad y la violencia se explican por una serie de factores de riesgo y sociales que la favorecen: mayor pobreza, más desigualdad, falta de oportunidades, abandono institucional, hacinamiento, factores que evidencian la descomposición del sistema y que derivan en violencia. La violencia es producto de una mala gestión del desarrollo humano. Es causa de mayor profundización de los problemas. Nos hemos fragmentado como sociedad en pedazos que se van aislando y van generando un clima de violencia. El gran desafío que tenemos ahora es detener la espiral de violencia, de crecimiento del homicidio, de detenerla bajo los principios del Estado de Derecho y democrático.

La falta de oportunidades, de protección, hacen que las personas terminen pensando que el Estado y los principios de convivencia no sirven, no les funcionan porque no tienen capacidad de movilidad social, oportunidades dentro del marco del Estado de Derecho, pero ven que otras personas sí lo pueden hacer, de manera desmedida, con diferencias importantes.

No es cierto eso de que, cualquier persona que se esfuerce logra los mismos resultados. Es una propuesta cínica porque hay escuelas que no tienen la misma calidad que otras. Ni siquiera tienen condiciones básicas. Viven en situación de precariedad permanente. Cuesta mucho que las personas puedan generar esperanza y proyectos de vida en esos contextos.

Por ejemplo, las desigualdades de los cantones periféricos, desatendidos durante tanto tiempo. Han llegado programas, pero no se sostienen en el tiempo. No son permanentes ni suficientes. No podemos decir que una persona que nace en Upala y se educa allí tiene las mismas oportunidades que una persona nacida en Santa Ana, Belén o Montes de Oca. No es lo mismo. Debemos ocuparnos de que esos cantones alcancen los niveles de desarrollo humano de los demás.    

La desigualdad creciente es un problema y no es casual que, conforme ha ido creciendo la desigualdad en Costa Rica ha ido creciendo la violencia. No es lo mismo la pobreza generalizada que la desigualdad de sentirse en un sistema injusto que favorece a unos y a otros no.

Entonces, ¿qué medidas urgentes debería aplicar el país para tratar de contrarrestar esta ola de violencia?

Costa Rica está a tiempo de hacer intervenciones inteligentes, focalizadas, no solamente policiales, sino sociales que generen otro tipo de comprensión y afiliación a ciertos principios de convivencia. Eso será un proceso complejo. Seguramente tendremos que fortalecer la acción de los cuerpos policiales. Generar más presencia de policías en la calle, más abordajes focalizados. ¡Tenemos que hacer algo de forma sistemática, con indicadores!  Si esto trasciende un poco más, puede ser que se escape de las capacidades institucionales, de los mandatos y competencias actuales.

Entonces, hay que aumentar la calidad de la educación no solo en el contenido verbal, es tecnología, conectividad, acceso a la escuela, no puede ser que haya niños que caminen horas para llegar a su centro educativo. Insisto en esto de la educación porque uno de los factores de riesgo identificados a lo largo del tiempo con relación a la violencia es la exclusión del sistema educativo.

Cuando un niño sale del sistema educativo eso es un factor de riesgo. No necesariamente para que el niño se transforme en un delincuente, pero sí para exponerlo a la violencia de tener empleos precarios, menos herramientas y capacidades para tomar decisiones en su vida, menos habilidades de socialización, capacidades para resolución de conflictos. Genera las condiciones para resultados violentos. Además de la educación, es importante el tema de la calidad de los asentamientos urbanos, dónde viven las personas y en qué condiciones, con acceso a agua a transporte, si el Estado les proporciona seguridad en el sitio o los abandona. Si hay espacios públicos. Hay que generar una serie de condiciones que favorecen las habilidades de convivencia de las personas.

Hay mucho por hacer y creo que debemos atender el problema a fondo y no simplificarlo diciendo: “allá están los malos, acá los buenos”. Es necesario entender que la violencia nos puede llegar a envolver a todos, dependiendo de las circunstancias en que vivamos. Poderla explicar y poder atender a tiempo los factores de riesgo es fundamental para poder crear una política de seguridad inteligente con resultados.

Si no hacemos esa inversión, precarizamos la vida de las personas, privatizamos los servicios esenciales tendremos un problema creciente que no se resolverá.

Por otra parte, me parece muy complicado controlar al crimen organizado sin controlar al sistema de Justicia y al Penitenciario. Es muy importante que la Reforma al Sistema de Justicia tenga financiamiento para que funcionen los Tribunales Especializados de Crimen Organizado. Necesitamos tribunales blindados contra las amenazas a los jueces para que resuelvan conforme a Derecho, pero con la mejor protección. Ese tema queda pendiente por resolver. Al igual que el tema de la legitimización de activos y capitales. En el régimen penitenciario hay que mejorar los controles.

“No deja de ser interesante que la mayor parte de los victimarios y de las víctimas sean hombres. Esto evidencia la forma en que hemos construido la masculinidad y la forma en que se “arreglan” los problemas. Cómo matando y usando la violencia física, los hombres encuentran una única vía para solucionar los conflictos en su vida. Esto nos debe llamar la atención porque no es casualidad que esto suceda”

“La cantidad de mujeres víctimas de homicidios por ajuste de cuentas debe investigarse más. Podrían ser femicidios vinculados al crimen organizado, podría ser que se esté usando a las mujeres como instrumento para vengarse de sus parejas, hombres de bandas contrarias”

Randall, insiste en la necesidad de hacer intervenciones focalizadas, interinstitucionales. Realmente, ¿en las condiciones actuales del país es posible lograrlo?

Sí, claro. Hace muy poco, desde el PNUD presentamos un documento que sistematiza una experiencia de intervención en los tres distritos más violentos de Puntarenas, donde en tres años se triplicó la tasa de homicidios. Fue muy grave.

¿Cómo se hizo esa intervención? Lo primero que quiero decirle es que, para enfrentar este problema de la violencia, lo primero que se debe evitar es ocultar las realidades detrás de los promedios estadísticos nacionales. Es necesario llegar, con los datos, a la mayor desagregación posible a nivel territorial para descubrir en dónde hay mayor incidencia de los homicidios, para que las acciones del Estado se enfoquen en esos lugares. Puntarenas era uno de esos lugares.

Entre 2018 y 2020 hubo un fuerte crecimiento, se da una intervención focalizada y se logran avances importantes para estabilizar la tasa en colaboración con el Instituto Mixto de Ayuda Social, el   Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia, la Fuerza Pública, el Viceministerio de Paz, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación Pública y el Instituto Nacional de las Mujeres, entre otras instituciones. Este proyecto muestra lo importante de esos abordajes interinstitucionales focalizados. Costa Rica cuenta con una gran cantidad de programas preventivos que son fundamentales, tanto a nivel municipal como nacional. La institucionalidad es fuerte, pero debe coordinarse e integrarse para hacer efectivas estas intervenciones. Para mejorar las escuelas, las clínicas, los EBAIS, la seguridad. Cuando se suman instituciones se provocan transformaciones que permiten mejorar servicios y espacios públicos de los que se apropien las personas.

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