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Brecha salarial de género

¿Cuánto menos cobras de salario por ser mujer?

¿Cuánto menos cobras de salario por ser mujer?

En América Latina y el Caribe, el salario no solo pesa por su valor en moneda, sino también por el género de quien lo recibe. Por cada US$100 ganados por un hombre, las mujeres reciben US$40 menos, en promedio.  Este dato, más que una cifra, refleja una desigualdad que cruza fronteras y afecta la economía e independencia femenina a lo largo de la región ¿Quieres saber cuán grande es esa brecha en tu país y cómo se compara con la de sus vecinos? Te invitamos a explorar el siguiente gráfico interactivo y a leer el reportaje para comprender las complejas razones patriarcales que se tejen detrás de estos números.

En América Latina y el Caribe, el salario no solo pesa por su valor en moneda, sino también por el género de quien lo recibe. Por cada US$100 ganados por un hombre, las mujeres reciben US$40 menos, en promedio.  Este dato, más que una cifra, refleja una desigualdad que cruza fronteras y afecta la economía e independencia femenina a lo largo de la región ¿Quieres saber cuán grande es esa brecha en tu país y cómo se compara con la de sus vecinos? Te invitamos a explorar el siguiente gráfico interactivo y a leer el reportaje para comprender las complejas razones patriarcales que se tejen detrás de estos números.

Reportaje, análisis y visualización de datos: Hassel Fallas

Publicado: 18 de marzo de 2024

Reportaje, análisis y visualización de datos: Hassel Fallas

Publicado: 18 de marzo de 2024

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Cuando una mujer gana menos dinero en el trabajo, su capacidad de tomar decisiones por sí misma se ve afectada. Puede tener dificultades para determinar si permanece o no en una relación abusiva, acceder a servicios de salud o buscar oportunidades de educación y capacitación profesional. La incapacidad del Estado para garantizarles estos derechos esenciales las deja vulnerables en múltiples aspectos

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Liliana Castañeda Rentería, abogada y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara en Jalisco, México

Idania López, una costarricense que ha trabajado como diseñadora gráfica durante una década, enfrentó la desigualdad salarial de género de manera directa. Tras ser promovida a jefa de departamento hace un año, descubrió que su predecesor masculino había estado ganando $600 más al mes. Esta diferencia, calculada anualmente, se traducía en $7,800 menos de ingreso para ella por la misma carga laboral. Su intento de rectificación ante el Departamento de Recursos Humanos se encontró con una promesa condicional de igualar su salario solo «si demostraba la misma capacidad» de su antecesor. Promesa que, finalmente, quedó incumplida.

La experiencia de López no es aislada. En toda América Latina y el Caribe, la brecha salarial de género es palpable, con mujeres ganando, en promedio, $40 menos por cada $100 que los hombres, según estimaciones de La Data Cuenta, utilizando datos del Índice de Desarrollo Humano Global (IDH) 2021-2022 de las Naciones Unidas y promedios de ingresos anuales per cápita por género.

Esta diferencia de ingresos varía considerablemente al examinar cada uno de los 28 países de la región. Por ejemplo, en Guatemala, la disparidad es abismal, con las mujeres devengando apenas US$39 por cada US$100 que reciben los hombres. En contraste, Panamá presenta la menor diferencia con US$23.

Para entender la magnitud completa de esta desigualdad, no hay más que observar el segundo gráfico interactivo que acompaña a este reportaje. En él se pueden visualizar las discrepancias salariales en términos absolutos, donde en promedio, las mujeres de la región ganan casi US$7.000 menos que los hombres al año. También se pueden explorar las variaciones entre los países. Los casos de Guyana, Chile, Trinidad y Tobago, y México destacan, mostrando las brechas absolutas más amplias.

Explorando las causas

¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué factores contribuyen a una disparidad tan marcada? Liliana Ibeth Castañeda Rentería, abogada y doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Antropología Social por la Universidad de Guadalajara en Jalisco, México, brinda una visión experta sobre las causas detrás de estas cifras.

Según Castañeda, en muchas sociedades, incluida México, persiste la concepción de que las mujeres trabajan principalmente como un apoyo económico secundario para la familia, más que por ambición personal o desarrollo profesional. Esta noción se sustenta en roles de género históricamente asignados, donde se espera que el hombre asuma el papel de proveedor principal, relegando a la mujer al ámbito doméstico como ama de casa y cuidadora.

Aunque estas concepciones están cambiando, todavía dominan en la mentalidad de muchos empleadores. Sujetos a estos prejuicios sociales y culturales, menosprecian el trabajo realizado por mujeres, considerándolo menos crucial y digno de una remuneración justa al compararlo con el trabajo de los hombres.

Otro aspecto crucial identificado por la académica es cómo la maternidad frecuentemente se interpreta como un impedimento para la dedicación y lealtad de las mujeres hacia su empresa. Esta percepción puede resultar en que las mujeres sean vistas como menos indispensables o más fácilmente sustituibles en sus roles laborales.

Finalmente, la doctora destaca la existencia de una brecha salarial encubierta. Explica que, a pesar de que algunas instituciones aseguran la equidad salarial basándose en escalafones o roles específicos, en la práctica, las mujeres a menudo deben trabajar más que sus colegas masculinos en posiciones equivalentes, sin que esto se refleje en sus remuneraciones. Esta situación subraya una desigualdad en la valoración del esfuerzo y la necesidad constante de las mujeres de demostrar su valía y capacidad intelectual.

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La brecha salarial afecta negativamente no solo los ingresos de las mujeres, también sus oportunidades y derechos. Por un lado, muchas mujeres ganan menos debido a que pueden dedicar menos tiempo al trabajo remunerado, principalmente por sus responsabilidades de cuidado no pagadas. Esto las priva de acceso a beneficios como seguridad social y vivienda, entre otros derechos fundamentales. Por otro lado, aquellas mujeres que trabajan a tiempo completo también enfrentan discriminación salarial, reflejando la subvaloración generalizada del trabajo femenino.

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Liliana Castañeda Rentería, abogada y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara en Jalisco, México

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Obstáculos más allá del nivel de formación académica

La lucha por la equidad de género en el ámbito laboral se topa con obstáculos complejos y multifacéticos, siendo la educación uno de ellos. Contrario a la expectativa de que un mayor nivel educativo actuaría como un equilibrador de ingresos, los datos revelan una realidad más enmarañada.

El análisis realizado por La Data Cuenta muestra que existe una correlación débil (1%) entre el nivel educativo alcanzado por las mujeres —específicamente, la finalización de la educación secundaria— y la reducción de la brecha salarial de género.

Este hallazgo sugiere que, aunque alcanzar niveles más altos de educación es crucial para el empoderamiento femenino y el acceso a mejores oportunidades laborales, por sí solo no garantiza la equidad de ingresos. Existen otros factores que tienen un impacto más significativo en esta desigualdad, como los ya citados.

A esa misma conclusión llegó un estudio elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que determinó que la disparidad en la remuneración entre hombres y mujeres responde, más bien, a características no observables relacionadas con sesgos de género de naturaleza discriminatoria. «Estos sesgos pueden ser de índole cognitiva u originarse en leyes inadecuadas, discriminación o en costos laboral es relacionados con el cuidado de los hijos que no se visibilizan en la sociedad», dice el documento. 

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Esto no significa que la educación no sea importante. Por el contrario, está ampliamente comprobado que una mayor educación femenina tiene un impacto significativo en la de sus hijos y su movilidad social. Es una influencia más fuerte en la familia que la que tiene el hombre. Entonces, el aumento de mujeres en niveles educativos superiores es positivo en todos los aspectos

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Liliana Castañeda Rentería, abogada y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara en Jalisco, México

Además, la académica Castañeda señala que para comprender mejor este fenómeno es necesaria una mirada más profunda a las disciplinas o áreas educativas elegidas por las mujeres para desarrollar su vida profesional.

En sus investigaciones, comenta Castañeda, ha encontrado que muchas mujeres se inclinan por las ciencias sociales y las humanidades, áreas que, aunque vitales para la sociedad, suelen asociarse con remuneraciones más bajas. Contrariamente, en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), conocidas por sus salarios competitivos, hay baja presencia femenina.

Este fenómeno no es casual ni meramente una cuestión de preferencia personal entre hombres y mujeres. Está profundamente influenciado por estereotipos de género arraigados y expectativas sociales que delinean y limitan las opciones profesionales de las mujeres desde niñas.

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Las mujeres se enfrentan a presiones sobre qué roles son «apropiados» para su género y las consecuencias de si se desvían de estas expectativas. Por ejemplo, aunque una mujer pueda tener la formación y la capacidad para sobresalir en una ingeniería, la presión por cumplir con roles tradicionalmente femeninos (madre, esposa, cuidadora) o la percepción de tener que sacrificar otros aspectos de su vida personal puede llevarla a ocupar posiciones que no reflejan su nivel de competencia ni su área de estudio, lo que contribuye a las brechas salariales

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Liliana Castañeda Rentería, abogada y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara en Jalisco, México

Esta segregación horizontal en la elección de carreras subraya cómo los roles y estereotipos de género no solo influyen en las decisiones educativas y profesionales de las mujeres, sino que también juegan un papel crucial en la perpetuación de la brecha salarial de género.

El mundo del empleo y el peso de los roles de género

A pesar de enfrentar numerosos obstáculos, las mujeres han logrado avances en su incorporación al mundo laboral, aunque de manera gradual. La tasa de participación de la fuerza laboral, un indicador clave que mide el porcentaje de personas en edad de trabajar que están empleadas o buscando empleo activamente, evidencia que, en América Latina y el Caribe, la proporción de mujeres empleadas o en busca de trabajo aumentó del 43% al 50% entre 1990 y 2021.

Aunque la participación de las mujeres en el mundo del empleo todavía es muy baja sí pareciera que su paulatino incremento aminoraría las diferencias de sueldo. Al menos así lo muestra el análisis de datos realizado para esta publicación, que muestra una relación negativa entre ambas variables (0.55). Esto significa que, en el conjunto de datos, a mayor participación de las mujeres en el empleo, menor sería la brecha salarial de género.

Sin embargo, es importante abordar ese dato con precaución. Castañeda advierte que, aunque el avance educativo de las mujeres —especialmente aquellas que completan la universidad y programas de posgrado— las lleva a una mayor inserción en el mercado laboral, muchas de ellas dejan de trabajar al casarse o incluso antes de convertirse en madres.

Ese fenómeno ha sido ampliamente estudiado por la profesora Claudia Goldin, la Premio Nóbel de Economía 2023, quien comprobó que la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres no se explica por razones biológicas, ni por el nivel educativo o la carrera profesional escogida. No, Goldin ha mostrado que la mayor parte de la brecha salarial entre hombres y mujeres, con los mismos tipos de trabajo, surge después del nacimiento del primer hijo de la pareja.

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Esto se debe a que, cuando a las mujeres se les asigna la responsabilidad del cuidado de los niños, las tareas domésticas y el cuidado de los ancianos, tienen menos tiempo para dedicar a sus carreras y, al hacerlo, ganan menos. ¿Por qué las mujeres, y no los hombres, se apartan de estas oportunidades mejor pagadas? Porque los «trabajos exigentes» son de alta presión y requieren que las personas lo prioricen sobre todos los demás aspectos de sus vidas. Y sobre la vida de las mujeres pesan normas sociales y expectativas de sus roles en el hogar. Si las mujeres pudieran tener equidad dentro de sus familias, tendrían una mejor oportunidad de lograr igualdad en el trabajo también

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Claudia Goldin,  Premio Nóbel de Economía 2023

 Los datos, las experiencias personales y la evidencia académica de las expertas dejan poco margen de duda de que son las estructuras sociales y los arraigados roles de género los que mantienen a las mujeres en desventaja económica. El cambio real requiere no solo de políticas que promuevan la igualdad de género en el ámbito laboral, también de una transformación cultural que revalore el trabajo femenino y distribuya equitativamente las responsabilidades de cuidado dentro de los hogares.

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