El mono araña, único primate no humano y especie en peligro de extinción en El Salvador, enfrenta la escasez de alimentos en los bosques de la Bahía de Jiquilisco, Usulután, debido al impacto del cambio climático. Sequías prolongadas y plagas han agravado su supervivencia, obligando a la especie a modificar su dieta, competir por recursos y buscar frutos en zonas pobladas. Pese a su importancia ecológica, las acciones de conservación del Gobierno y la información disponible sobre esta especie permanecen desactualizadas.
Por: La Data Cuenta
para la Red Centroamericana de Periodistas
Publicado: 19 de septiembre de 2025
Pancho no responde al llamado del guía turístico del bosque Nacascolo, en la reserva de la Biósfera Bahía de Jiquilisco, en el departamento de Usulután. Su nombre retumba entre los árboles, pero el silencio se impone. Es casi mediodía, el sol está intenso, y a esa hora es posible que esté en la copa de algún árbol, rascándose la panza mientras escucha los gritos desde lejos.
Pancho es un mono araña de aproximadamente 40 años, de la especie Ateles geoffroyi, y es el macho alfa de una manada de 60 individuos que habitan en este ecosistema. Pero su reinado enfrenta una amenaza determinante: el cambio climático, que podría ponerlos en mayor vulnerabilidad y alterar el equilibrio de este bosque protegido.
Los monos arañas son los únicos primates no humanos de El Salvador, y figuran en la lista oficial de especies en peligro de extinción del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN). Sus refugios se encuentran en cuatro áreas naturales protegidas de Jiquilisco: Nacascolo, Chaguantique, Normandía y El Tercio, aunque también hay registros en la Laguna de Olomega y en Jucuarán, Usulután.
El santuario donde vive Pancho y su manada es el bosque Nacascolo, un área natural protegida por el MARN que está anexada al estuario Puerto Barillas, una propiedad privada. Además de albergar monos arañas, existen diversidad de grupos de fauna como: aves marinas-costeras, reptiles, tortugas marinas, peces, moluscos y crustáceos.
Es un bosque húmedo, rodeado de un verdor donde el sol se filtra entre las ramas, una infinidad de especies convergen para hacer funcionar su ecosistema. Un gran sendero atraviesa el bosque. Al entrar, se encuentra un lago donde viven caimanes y las aves, algunas más curiosas que otras, se acercan a buscar su alimento.
En el bosque de Nacascolo vive una manada de 60 individuos, 57 hembras y tres machos.
Este lugar es abrazado por la Bahía de Jiquilisco, la mayor extensión de agua salobre y bosque salado de El Salvador, donde se encuentran abundantes esteros, canales, playas e islas que conectan a los manglares. El 31 de octubre de 2005, esta zona fue declarada por la Convención sobre los Humedales, como sitio Ramsar, un reconocimiento internacional que destaca su importancia ecológica en la conservación y el ecosistema.
Este sitio posee una extensión de alrededor de 63,500 hectáreas, en un rango de altura que varía de 0 a 10 msnm, según datos del MARN. Para ponerlo en perspectiva, es más de 300 veces más grande que el Centro Histórico de San Salvador.
Muchas de las especies que habitan la zona se encuentran en amenaza, de acuerdo con una lista en la Ficha Informativa de Humedales Ramsar de la Bahía de Jiquilisco. Los monos arañas son parte de esta lista, ya que se han visto amenazados por diversos factores: desde la actividad humana hasta los efectos del cambio climático. Pero su supervivencia está atada al equilibrio de los bosques.
Estos animales frugívoros son conocidos como los “agricultores del bosque”: cada fruto que devoran se transforma en semillas esparcidas por sus excretas, germinando nuevos árboles y sosteniendo la diversidad vegetal y disponibilidad de alimento para ellos y otras especies. Si los monos araña desaparecen, también lo harán parte de la regeneración natural de los bosques salvadoreños.
Aunque Pancho no atendió el llamado del guardabosque, de lejos se escuchaban los crujidos de las ramas. Dos monos arañas, de no menos de cincuenta centímetros de largo, se desplazaban de rama en rama con una sorprendente agilidad y rapidez.
Con ayuda de su cola prensil, que funciona como quinta extremidad, se aferran con firmeza. Son los únicos dos machos, aparte de Pancho, que se encuentran compitiendo por el rango alfa. Pancho ya muestra señales de envejecimiento, según cuenta el guardabosque. Su tiempo como líder la manada pronto terminará y alguien debe tomar su lugar. Sin embargo, existe una amenaza más grande que el paso del tiempo: la degradación de su hábitat por factores como el cambio climático.
El Programa Nacional para la Conservación del Mono Araña del MARN, publicado en su primera edición en 2020, identifica como principales amenazas por actividad humana: la tala selectiva, la expansión agrícola y ganadera, los incendios y la cacería. En cuanto a implicaciones climáticas, este documento no define ninguna.
Un mono araña se alimenta en el bosque de Nacascolo, Puerto Parrillas, Usulután.
Sin embargo, la bióloga experta en estos primates, Melissa Rodríguez, explica que la especie es 86 % frugívora y que, debido a la alteración de los ciclos de fructificación por el cambio climático, enfrenta períodos de escasez alimentaria. “Antes era más predecible saber cuándo y qué árboles iban a dar fruto; ahora, con estas alteraciones, es difícil para ellos encontrar lugares para alimentarse”, señaló.
Los monos araña dependen esencialmente de los frutos para subsistir y se movilizan conforme haya variedad y abundancia en los sitios donde habitan. Pasan más tiempo en hábitats temporalmente más ricos en recursos frutales, esto de acuerdo a un estudio sobre el uso de hábitat del MARN. Además, obtienen agua que proviene de su dieta diaria de frutos y hojas.
Esa estrecha dependencia de la oferta de frutos los hace particularmente sensibles a los cambios en el clima. Cuando la sequía reduce la floración y la producción de frutos, la disponibilidad de alimento disminuye.
La Bahía de Jiquilisco, hábitat de esta especie, también enfrenta los efectos del cambio climático. En 2018, El Salvador registró la sequía meteorológica más prolongada de los últimos 48 años, que impactó especialmente a los departamentos de Usulután y La Unión, donde se acumularon hasta 40 días secos consecutivos, según el Plan Nacional de Cambio Climático 2022 del MARN.
Ese mismo documento indica que la canícula —un período de disminución de lluvias y aumento de temperaturas— se ve cada vez más alterada por los efectos del cambio climático.
El 25 de julio de este año, el MARN reportó 11 días consecutivos sin lluvias en la zona oriental, proporcionales a una sequía meteorológica débil en municipios como Chapeltique, El Sauce, San Miguel, Concepción de Oriente, Las Pilas, Metapán, Planes de Montecristo, Pasaquina, Nueva Esparta, Ostúa, Angue, San Francisco Gotera y Jiquilisco.
Estas sequías no sólo ponen en riesgo la agricultura, también alteran el equilibrio de los bosques y amenazan a especies vulnerables a la pérdida de hábitat, como los monos araña, incluidos en la lista de especies en peligro de extinción de El Salvador.
Según el estudio El cambio climático y sus efectos en la biodiversidad en América Latina de la CEPAL, las variaciones en el clima y en la disponibilidad de agua en zonas áridas y semiáridas de la región inciden en las dinámicas de especies que dependen de cuerpos de agua para completar su ciclo de vida.
A esto se suma el incremento de plagas en los últimos años, asociado a cambios de temperatura y humedad. En 2020, en el área natural de Chaguantique, Puerto Triunfo, se registró una plaga de escarabajo sobre los árboles de ojushte, uno de los principales alimentos del mono araña, según el mismo documento.
La vida cotidiana en Jiquilisco también se ha visto impactada por las variaciones de temperatura, que sus pobladores perciben en la dificultad para realizar actividades esenciales. Por ejemplo, desde hace más de una década, don Juan Cruz de 75 años de edad, pescador y ganadero en el cantón San Juan del Gozo, Jiquilisco, no puede sembrar. La sal llegó un día a su parcela para nunca irse de la tierra fértil en la que sembró desde 1992.
En sus terrenos sembraba maíz y sandía para comercializar; y también maicillo y melón para consumo propio.
“Esa tierra sí era bien fértil, podíamos sembrar de todo. A veces sacaba más de cincuenta sacos de maíz y del bueno. Pero una vez llegó la sal, ya no creció nada”, dijo don Juan. Esto que describe, se conoce como intrusión salina; es decir, es el desplazamiento del agua de mar hacia tierra adentro e ingresa en los acuíferos de agua dulce, y produce cambios significativos en la relación agua dulce y agua salada.
La reducción de recarga de acuíferos por sequías, el aumento del nivel del mar y las tormentas e inundaciones más intensas son causas que provocan que el movimiento de agua dulce y agua salada.
En 2001, Fundación Prisma registró en el Estudio de la Intrusión Salinas de la Zona Costera de la Bahía de Jiquilisco que no existía una instrucción salina significativa en estas zonas. Pero después de 14 años, este fenómeno empezó a impactar la vida de familias agricultoras.
Izq. Letrero que se encuentra en la entrada de la comunidad Chaguantique, Jiquilisco. Der. Parte del bosque de Chaguantique, Jiquilisco, Usulután
Hace dos años, Miriam Henríquez escuchó ruidos inusuales en el patio delantero de su casa en Hacienda Chaguantique, a pocos metros del bosque Chaguantique, Jiquilisco. Se acercó con cautela y logró ver a un mono araña que estaba preparándose para un objetivo: apoderarse de las papayas que ya estaban listas para comer. Se cruzó por un pequeño camino, y regresó al bosque.
A los pocos días, llegaron tres monos más por el palo de papaya. Se pasaron entre sí la fruta y se marcharon. A Miriam le pareció gracioso, pero este comportamiento es inusual. Esto podría responder a escasez de alimento en su hábitat natural, de acuerdo con la bióloga Melissa Rodríguez.
Para Elena Castillo, bióloga del MARN, este cambio de comportamiento podría estar relacionado a la disponibilidad de alimentos. Ante la ausencia de sus frutos favoritos, los monos araña optan por otros, como papayas y mangos.
Además, apunta que en el estudio regional Influencia de las variables climáticas, el tipo y la condición del bosque en los patrones de actividad de los monos araña de Geoffroyi en toda Mesoamérica se ha demostrado que, ante los eventos climáticos, cambian significativamente de conducta.
“Cuando hay sequías extensas, los monos transforman su alimentación: en lugar de comer más frutos, aumentan el consumo de hojas y ramas. Además, dedican más tiempo a buscar alimento que a descansar, lo que puede ser un problema ya que no descansan lo suficiente”, explicó Elena.
Carlos Leiva trabajó como guardarecursos en Chaguantique entre 2001 y 2002. Su vivienda se encuentra a pocos metros del bosque donde habitan los monos arañas. Para él, verlos acercarse a las casas intentando llevarse un par de frutas es común, aunque reconoce que no es un comportamiento normal y que esto podría ser una señal de que no hay tantos alimentos disponibles en su espacio.
A su casa han llegado a comer marañones, mangos y pepetos. “Andan con un marañón en cada mano”, contó. A veces duermen cerca del terreno donde tiene a su ganado. “Se bajan hasta las ramas más bajas y las sacuden para asustar a las vacas y que se aparten, incluso les tiran ramas secas. Son bien territoriales. Yo solo los observo de lejos”, añadió.
Carlos explicó que durante la temporada de frutas los monos suelen salir con frecuencia del bosque. Incluso se les ha visto bajar de los árboles y cruzar los caminos de la comunidad para alcanzar las frutas que crecen en los patios de algunas casas. Lo hacen porque ya no existen ramas que conectan con esos árboles.
Durante los meses de verano, Carlos ha encontrado al menos tres crías de monos en las veredas. Una de ellas estaba en estado crítico; la trasladó con los guardabosques, pero no sobrevivió. Las otras dos fueron halladas sin vida.
Carlos cree que esto se debe a la falta de frutos dentro del bosque. Cuando las madres con crías no encuentran suficientes alimentos, esto puede contribuir a la disminución en la producción de leche e incluso abandonar a la cría.
“Esto no es una epidemia, el problema es que no hay mucha comida: los ojushtes y guarumo —dos especies del bosque mesoamericano— no tienen mucho frutos y el verano es muy rígido en la costa”, dice Carlos.
Nacascolo, en Usulután, es el hogar de Pancho y su manada.
De acuerdo con Melissa, en el bosque de Chaguantique, que es un fragmento de aproximadamente 50.8 hectáreas, con una densidad de 80 individuos, se han observado comportamientos agresivos y casos de infanticidio entre su propia manada que pueden estar relacionadas con la competencia por recursos.
“Los primates mesoamericanos dependen mucho de árboles frutales. Cuando se escasean, se genera competencia entre los mismos monos, aumentando los niveles de agresividad y algunos presentan deficiencias nutricionales”, añade Melissa.
En otros bosques como Normandía y El Tercio, según Melissa, los monos utilizan los frutos de los manglares, pero cuando la disponibilidad estos disminuye, han llegado a alimentarse incluso de huevos de aves migratorias que anidan allí. Aunque su dieta es frugívora, recurren a otras fuentes.
Para que los primates reciban buena atención, dice Carlos, hay que invertir en un proyecto que esté enfocado en sembrar árboles frutales en el bosque. “Esto va a beneficiar a los monos y a otras especies que se habitan como las aves, cutuzas y pericos”, añade.
Melissa menciona que es necesario crear espacios de diálogo entre guardarecursos, líderes comunitarios, organizaciones no gubernamentales (ONG) y MARN, para sensibilizar sobre la presencia del mono araña en jardínes o cultivos de la zona, y explicar que estos acercamientos son consecuencia de pérdida de alimentos y hábitat. Aunque existe un plan nacional del Gobierno salvadoreño para conservar esta especie, las acciones están desarticuladas, añade la experta.
Además, considera que hacen falta estudios para contabilizar cuántos individuos se encuentran en cada zona. Entre el 2022 y 2023, se hizo una estimación pero fue en una zona limitada, y esto es necesario porque se requiere entender mejor la disponibilidad de alimento.
Actualmente, Melissa forma parte de un equipo que realiza estudios del microbioma del mono araña en conjunto con un laboratorio de Alemania, a partir de sus excretas. Esto permitirá identificar con precisión todo lo que consumen.
Desde el 2020, El Salvador cuenta con el Programa Nacional para la Conservación del Mono Araña elaborado por el MARN con el objetivo de identificar amenazas, crear estrategias y acciones para la preservación de esta especie.
Este programa plantea ejecutar diversos subprogramas que abarcan desde la investigación, individuos en cautiverio, educación ambiental, restauración y conectividad hasta la gestión empresarial.
De acuerdo con Elena Castillo, en este programa se definieron estrategias prioritarias para enfrentar las amenazas a la especie, con dos líneas de acción: conservación de individuos en vida silvestre y en cautiverio. Esto mediante estudios poblacionales, corredores biológicos, monitoreo con tecnología y análisis genético, rescate, rehabilitación e incluso socialización en un recinto especializado.
Además, explicó que como parte del programa, se han realizado capacitaciones al personal encargado del manejo de monos en cautiverio para garantizar su bienestar, ya que estos individuos no pueden ser liberados por razones sanitarias, conductuales y genéticas. Al haber convivido con humanos y animales domésticos, podrían representar un riesgo para las poblaciones silvestres, además de que no poseen las habilidades sociales necesarias para integrarse a grupos naturales, lo que podría provocar agresiones o incluso su muerte.
A pesar de que el mono araña es una especie en peligro de extinción, y que realiza una labor importante en los ecosistemas, la información que existe es escasa y el número de poblaciones en cada área natural protegida se encuentra desactualizada o no es periódica. En cuanto al programa, no se encuentra un sitio web o informe público que demuestre su eficiencia.
La falta de investigaciones e informes actualizados recaen en el desconocimiento de factores como las amenazas actuales o variantes de comportamiento.
En la asignación presupuestaria del MARN, entre el 2019 y este año, no se refleja explícitamente una línea de trabajo relacionada a investigación de especies en peligro de extinción.
Las líneas de trabajo que mencionan trabajar con especies son: Ecosistemas y vida silvestre (2019), Ecosistemas y biodiversidad (2020 – 2025) y Fortalecimiento de capacidades Áreas Naturales Protegidas (ANP) y Vida Silvestre (2020-2021). Sin embargo, a lo largo de estos años, estas líneas de trabajo han experimentado recortes presupuestarios o incluso una supresión.
“Datos poblacionales carecemos mucho y es una prioridad conocer la densidad de los monos. Necesitamos entender mejor cuál es la disponibilidad de alimento de estas especies. La salud de la población (de los monos) depende de la salud del bosque”, concluye Melissa Rodríguez. La ausencia de investigaciones actualizadas no permite estudiar las nuevas amenazas a las que se enfrenta esta especie.
Los vecinos humanos de estos monos en Chaguantique lo mencionaron: la especie enfrenta un escenario de vulnerabilidad con la disponibilidad de alimentos y esto requiere acciones concretas. Hasta el momento, la especie se ha mostrado resiliente, pero en su futuro próximo, las afectaciones por el cambio climático atravesarán la vida de estos primates y la de todo el ecosistema en la zona.
Este reportaje se publica en alianza con
Periodismo independiente basado en datos desde 2013