La moda: una industria millonaria que no abandona los combustibles fósiles
Aunque presume de sostenibilidad, la multimillonaria industria de la moda sigue alimentando sus fábricas con carbón y gas. El nuevo informe What Fuels Fashion? revela que solo una minoría de marcas avanza hacia el calor limpio y la electrificación de sus procesos.
Por: La Data Cuenta
Publicado: 16 de octubre de 2025
La camisa que te pones cada mañana, las sábanas donde duermes o la tela del sofá en que descansas comparten un origen común: la quema de enormes cantidades de combustibles fósiles para producirlas.
“Eso tiene que cambiar de forma fundamental en un mundo que aspire a emisiones netas cero”, advierte Jan Rosenow, profesor de Energía y Política Climática de la Universidad de Oxford, en el prólogo del nuevo informe de Fashion Revolution, What Fuels Fashion? 2025 .
El documento analiza a 200 de las marcas más grandes del planeta —cuyo volumen de negocio conjunto supera los 2,7 billones de dólares— y concluye que la industria está lejos de descarbonizarse. En palabras de Rosenow, “el principal desafío es pasar del potencial a la práctica”.
Un cambio posible, pero frenado
El estudio muestra que la producción textil podría electrificarse casi por completo con tecnologías que ya existen —como bombas de calor o calderas eléctricas— y que permiten reducir emisiones y mejorar la seguridad laboral.
“La electrificación no es solo una solución climática; también puede contribuir a entornos laborales más seguros y a un aire más limpio para las comunidades cercanas”, escribe Rosenow.
Sin embargo, la adopción de esas soluciones avanza con lentitud. Solo el 6% de las marcas revela esfuerzos para electrificar procesos que hoy dependen del carbón o el gas. Y apenas 10% publica metas de energía renovable en su cadena de suministro.
El informe señala que la moda enfrenta “su oportunidad de descarbonización más urgente: el calor limpio”, pero la mayoría de las empresas “no actúa al respecto”.
Una transparencia que se estanca
Fashion Revolution advierte que la falta de transparencia se ha convertido en un obstáculo climático. Después de casi una década de presión social, la publicación de listas de proveedores “se ha estancado”, lo que impide saber dónde y cómo se produce realmente la ropa.
“Sin visibilidad sobre dónde tiene lugar la producción, las marcas no pueden identificar los puntos críticos de emisiones ni planificar inversiones colectivas en calor limpio”, subraya el texto.
La organización también alerta sobre el retroceso legislativo en Europa: las propuestas conocidas como Omnibus podrían “mantener al nivel 2 —el mayor punto crítico de emisiones— en las sombras, ralentizando la electrificación, dejando a los trabajadores expuestos y descarrilando el progreso climático”.
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En los talleres de teñido, lavado y acabado de telas, el calor no solo es una cuestión técnica: es una amenaza cotidiana. Según el informe, ninguna marca publica datos sobre temperatura y humedad en sus fábricas, incluso cuando las olas de calor son ya un riesgo grave. Citando el estudio de la Universidad de Cornell Hot Air Report, el texto recuerda que en ciudades como Karachi o Phnom Penh los trabajadores enfrentan casi un tercio del año bajo calor extremo”.
Esa exposición, agrega el documento, tiene “consecuencias graves tanto para el bienestar como para la productividad” y representa un riesgo financiero directo: para 2030, las pérdidas globales de productividad podrían alcanzar los 2,4 billones de dólares anuales.
El dilema moral de la moda
Fashion Revolution resume el desafío sin eufemismos: “Si la moda no aprovecha la oportunidad del calor limpio, el sector corre el riesgo de perder credibilidad en un mundo que avanza más allá de los combustibles fósiles —y de comprometer la salud, la seguridad y la dignidad de las personas que confeccionan nuestra ropa.”
El fuego que impulsa a la moda puede seguir quemando carbón o convertirse en energía limpia. Lo que está en juego no es solo la reputación de las marcas, sino el aire que respiran millones de trabajadores que fabrican lo que el mundo viste.
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